Provocó gemidos

Sexo 21/08/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 11:45
 

Querido diario:  — No siempre tengo buena suerte para contactar escorts —Me dijo un cliente a eso de las ocho de la noche en la habitación 303 de un motel en Patriotismo.

El problema, me cuenta, son las expectativas. Hace tiempo que contrata servicios como el mío, a veces llegan con él chicas guapas y complacientes, otras veces no queda tan contento. Es verdad, esto es un servicio, pero cuando se involucran besos, caricias, penetración, sexo, la cosa se vuelve personal. Por más profesional que seas, si no hay química, si no haces clic con el cliente, la cosa no resulta del todo placentera.

Me llamó ya instalado en el motel. Había quedado con otra chica pero le quedó mal, no pudo ir a la mera hora, algún error al confirmar, no sé, él se lo achaca su mala suerte. Le advertí que tardaría un poco, no siendo una cita pactada con un poco más de tiempo. Estuvo de acuerdo —Sirve que me doy una ducha antes de que llegues —Dijo. Se oía nervioso, a veces los clientes están así antes de una cita, son las ganas combinadas con la expectativa. Esa incertidumbre de quién llamará a tu puerta ¿Cómo será la chica? ¿Me gustará?

Llegué con relativa puntualidad, vestido negro entallado, tacón de punta, labios rojos, sonrisa amplia, mirada retadora, cabello suelto. Iniciamos la plática. Él es un hombre práctico. Sonríe, habla con seguridad, me cuenta parte de sus historias, de sus aventuras en este que él llama “deporte extremo”.

Las caricias subieron de tono, me ayudó a desnudarme y se quedó mirando y palpando mis pechos enfundados en una lencería negra. Al principio, sólo lamió mis pezones, los cuales se pararon al sentir su lengua; luego comenzó a succionar tanteando la intensidad de mis gemidos.

Bajó a mi abdomen, continuó a mi pubis y sentí su lengua pasar por mis labios vaginales en busca de mi clítoris. Me hizo el amor con la boca, su lengua penetrándome, el ritmo fue de suave a intenso, tomó mis piernas sujetándolas por los tobillos mientras su lengua y labios atacaban deliciosamente mi sexo. Me volteó, me puso en cuatro, de a perrito y así, metió su lengua en lo profundo de mi sexo hasta que me vine a gritos.

Ha estado erecto todo ese rato. Es mi turno, lo tomo entre mis manos, pongo el condón y comienzo a chupar, lo lamo, trato de recompensar los placeres recibidos.

Él está demasiado excitado, su respiración se entrecorta. Me monto, meto su pene en mi sexo, me contoneo de abajo hacia arriba. Lo siento venirse, bombear toda la presión, pero no me detengo hasta exprimir la última gota.

Viene la calma, no sé si volveré a verle, lo que si sé es que, si no siempre tiene buena suerte, creo que esta vez si, al menos yo, la pasé de lujo.

Hasta el jueves, Lulú Petite.

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