Caliente a sus 80

Sexo 23/08/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:49
 

Querido diario:  Estábamos viendo la televisión recostados en la cama, desnudos, a él solo lo cubría la sábana que dejaba que se le marcara su miembro. A pesar de que apenas hacía unos minutos habíamos cogido, su macana seguía viéndose, no erecta, pero si grande para estar en “reposo”.

Como no fuimos allí para ver la tele y el tiempo corría, comenzó a besarme el cuello. Lo hacía bien, eran besos con mucha testosterona, acompañados de caricias exquisitas. Mientras me besaba, fue acariciando mis senos, haciendo con sus dedos círculos alrededor de mis pezones. Bajó sus caricias hacia mi abdomen, mi ombligo, cuando metió su mano entre mis muslos sentí un corrientazo en la médula espinal que me hizo gemir. Busqué con mi mano sobre la sábana y encontré que su paquete ya estaba tieso y enorme.

Me encantó sentir bajo la tela su macana bien parada, así que metí mi mano, tomé su pene y comencé a jalárselo suavemente. El movimiento de mi mano la puso aún más dura y con las venas saltonas. Así lo sentía cuando puso su mano en mi barbilla y me asaltó la boca, robándome un beso de lo más apasionado. Me puse muy, pero muy caliente.

Tomé su miembro, le puse un preservativo y me lo metí a la boca, comencé a chuparlo y lamerlo con un ánimo propio de la más absoluta lujuria, mientras me tocaba y rozando apenas mis labios vaginales, estimulé el clítoris hasta que no aguante más: Cógeme ya.

Me puso boca arriba, apuntó su pene en la entrada de mi vagina y me penetró con fuerza. Gemí. Cuando comenzó a moverse y a bombear eso dentro de mí, volví a gemir y seguí haciéndolo con fuerza, mis gemidos lo excitaban más y lo hacían cogerme más duro. Cada que me la metía, un flechazo de adrenalina y placer cundía por cada célula de mí. Estaba a punto de venirme, cuando me pidió que me pusiera en cuatro, al filo de la cama. Él se quedó abajo y, desde allí me agarró del hombro y me la metió nuevamente de una estocada. 

Comenzó a penetrarme deliciosamente, su garrote entraba y salía de mi cuerpo a un ritmo vertiginoso, y entraba con tanta pasión y buen tino que no podía yo más que abandonarme al placer. 

Sus manos estaban en mis 

muslos y, con un movimiento experto, me levantó un poco las nalgas, de modo que terminé levantándolas a tope y con mi cara pegada a la sábana, mordiéndola cuando volvió a penetrarme una y otra vez hasta que me vine en un grito ahogado. 

Él notó cuando me vine. Un orgasmo así no puede disimularse, pero él muy ingrato aumentó el ritmo, sus bolas chocaban contra mis nalgas. Se me nubló la vista cuando me vine otra vez y él volvió a acelerar hasta que se vino también llenando.

Salí con las patitas temblorosas, apenas pudiendo creer que un hombre como él tuviera esa fuerza de fiera sexual. Ah, claro, porque no te había dicho: El bomboncito tiene ya casi ochenta añitos.

Hasta el martes, Lulú Petite

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