No pares, repetía

Sexo 30/11/2017 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:21
 

Querido diario: Es curioso pensar en dónde puede caber la vida de una persona. El sábado conocí a Arturo y me dejó pensando en cajas (sin albur). Cajas repletas de de cosas que el tiempo va acumulando y componen la historia de una vida.

Hace unos meses lo botaron de su casa. Su esposa —sigue siéndolo hasta que firmen el divorcio— se enteró del amorío que tenía y casi de inmediato lo echó de su casa con todas sus cosas en cajas. Lo dicho: una vida cabe en unas cuantas cajas. Rentó un departamento pequeñísimo, cerca de su trabajo, donde tiene una cama, una tele y las cajas, de donde no ha sacado más que la ropa que va usando. Todo ésto me lo contó hace unos días, como si fuera necesario para ponerme en contexto. ¿Qué te puedo decir? Algunos cogen, otros hablan y, la mayoría, se dan tiempo para las dos cosas.

Arturo me cayó muy bien. Creo que es uno de esos optimistas que le buscan lo bueno a todo. Es un buen tipo, con evidente kilometraje recorrido, con experiencia en las canas pero suficiente vigor en el cuerpo. No tiene muchísima lana, pero puede darse sus gustos y resulta que uno de esos gustos fui yo. Ahora, que ha vuelto a la soltería, de vez en cuando libera sus necesidades sexuales con chicas como yo. El amorío aquel fue cosa fugaz y como le trajo más problemas que placeres, decidió contratar sexo.

Cuando nos recostamos, acariciaba mi cabello y me miraba, mientras respiraba el aroma de mi cuello. Me ponía la piel chinita. Sentada en su regazo, jugaba a meter mi mano entre su camisa y sobar su pecho mientras le daba besitos en el cuello. Olía tan rico que me encendía por dentro. Una cadena de plata se mecía de vez en cuando entre los vellos canosos de su pecho.

De pronto acomodó la punta de su dedo índice en mis labios y los rozó con suavidad. Le chupé la puntita y así mojadita la fue deslizando por mi cuello, por mi pecho, por mi ombligo y luego más abajito, buscando el calor entre mis piernas. Sin darnos cuenta, nos encontrábamos dando vueltas por toda la cama, revolviendo las sábanas y restregándonos los cuerpos mientras nos arrancábamos la ropa como un par de salvajes sueltos y con un único objetivo.

Su lengua y la mía se encontraron en un beso apasionado, en cuanto iba apuntando con su pene firme y tieso, a través de la tela de su bóxer, contra mi vagina húmeda, dispuesta como una fruta exótica para su deleite. De un zarpazo lo despojé de su última prenda y lo enfundé con uno de los condones que había puesto a la mano. Se sentó al borde de la cama y me dijo quedito, como un ruego secreto en la oscuridad:

—Ven.

Abrió las piernas para acomodarme entre ellas y me colocó de espaldas.

—Ven —repitió con dulzura y cachondez.

Me acomodé poco a poco, encajándome su vara enterita, hasta dejármela bien adentro. Me meneaba despacito, entregándome de lleno a su éxtasis. Su respiración sobre mi espalda, sus manos acariciando y apretando mis nalgas, recorriendo la curvatura de mis caderas, tomándome con firmeza por la cintura.

—No pares —repetía entre gemidos que se ahogaban en su respiración agitada.

Mi cabello caía sobre mis hombros y podía sentirlo disfrutando de su aroma, hundiendo su rostro en él. Me lamía y me daba unos mordisquitos muy ricos en los hombros. Yo, piernas abiertas y cada vez más al borde del delirio, arqueé la espalda y comencé a cabalgarlo a prisa, bamboleándome y sintiendo su pieza dura y prensada dentro de mí, haciéndose más fuerte, más larga y gruesa. Aproveché mi posición y acaricié sus bolas. Se sentían como un par de duraznos calientes a punto de escurrir su jugo completito. De pronto sentí un electroshock, a medida que me tocaba las tetas y me estimulaba los pezones. Entonces comencé a gemir incontrolablemente, clavándome solita en la cúspide de su hombría.

—No pares—dijo por última vez.

Lo sentí en la médula. La tensión en mis entrañas, el bombeo de su torrente lácteo, el empujón final y el gesto de su cuerpo pasmado y calientísimo, mientras se vaciaba complacido.

Es momento de empezar de nuevo, conluyó.

Besos, Lulú Petite

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