Veterano cachondón

Sexo 24/08/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 19:46
 

Querido diario: A Fabián lo conocí hace unos años. Es un don que va dejando atrás los cincuenta para adentrarse en los sesenta, pero cuya actitud ante la vida lo hace ver mucho más joven.

Me habló el sábado, porque estaba aquí en la ciudad y tenía dos días para gastar en placer. Así es él. Se organiza viajes de negocios de una semana, pero todo lo amontona en dos días y el resto se los deja libres, para agarrar la fiesta y, claro, parte de la diversión de esos viajes “de trabajo” es buscar una jovencita con quien coger. Me alegra que me haya elegido a mí.

Como nos conocemos bien, quedamos de vernos en un hotel de esos con recepción, botones y trato formal. No lo hago con cualquier cliente, debe haber confianza para que vaya a esos hoteles porque son muy payasos para dejarnos trabajar. Ponen trabas que se facilitan si entras con el huésped. Por eso lo veo en la recepción, para subir juntos.

Cuando llegué Fabián no estaba esperándome en la puerta, como quedamos. Sé que él no es informal, así que supuse que algo había pasado. Revisé mi teléfono y vi que tenía un mensaje de su parte: “Disculpa, te veo en unos minutos, amor”.

Esperé unos tres minutos, hasta que escuché su voz en mi espalda.

—Hola —dijo.

Volteé sonriendo y él me dio un beso en la mejilla sorprendiéndome con lo que tenía en sus manos.

—Para la dama más bella —dijo, mostrándome no un ramillete ni nada demasiado elaborado, sino una rosa blanca, preciosa, de pétalos gordos.

Ese tipo de gestos siempre me resultan curiosos, pero no puedo deci r que no los disfrute. Subimos al elevador. Fabián andaba bien cachondo y me miraba las nalgas impaciente. Sabe que una de mis condiciones para verlo en hoteles es que afuera de la habitación me trate con cortesía, como a una amiga. Sólo al entrar comienza el faje, aunque la calentura ya la trajera y se le notara en su ansiedad. Me reí disimuladamente, mirándolo divertida. Entonces noté algo en su oreja. Un brillo inusual.

En la habitación me le acerqué para apreciarlo mejor. Él para, al fin, meterme mano. Le seguí el juego, restregándole el muslo en la entrepierna mientras apreciaba su oreja medio hinchada y prendada con un arete. Me pareció chistoso un maduro que decide perforarse la oreja.

Hay muchas formas de divertirse en la intimidad, pero todas llevan a una sola que las condensa. Me le monté encima y me quité la blusa. Él alzó el torso y empezó a besarme el vientre, el pecho, el cuello. Sus manos pronto pasaron de mi cintura a mis tetas, que al ser tocadas por sus dedos ágiles se convirtieron en fuentes de placer. Mis pezones se endurecieron entre sus dedos y al tacto de su lengua. Sentía cosquillas por todo el cuerpo, así que empecé a desnudarlo también. Su pene se despertó de su letargo y empezó a culebrear entre mis piernas, palpando y asomando sus intenciones. Comencé a mojarme allá abajo y a desearlo con verdaderas ganas. A pesar de que está veterano, conserva buen cuerpo y buenas condiciones. Alcanzó un preservativo y, con destreza se lo vistió.

Me aferré a su cuello para soportar con ganas el placentero dolorcito que me provocó al penetrarme. Ahogué mis gemidos al principio, cuando empezó a moverse despacito y a empujarme su tolete grueso y palpitante. Levanté una pierna y la apoyé en su hombro. Más dentro que nunca, me hincó aquella cosa con pulso propio hasta la base, haciendo rebotar sus bolas en mí. Nuestras carnes chocaban emitiendo un sonido que me excitaba cada vez más, a medida que aumentaba. 

Fue extrañamente casual que al abrir los ojos me encontrase justamente con su arete. Pero ya estaba demasiado fuera de mí como para desconcentrarme. Acabé justo cuando él lo hizo y fue divino. Lo besé en la boca y nos rendimos uno encima del otro.

Hasta la próxima, Lulú Petite

 

Google News - Elgrafico

Comentarios