Jamás había tocado un solo pincel en su vida antes de que la Virgen de Guadalupe le dijera entre sueños: “Tú vas a ser pintora”.
Para Ana Cristina Posada, el hecho de que la Guadalupana le enviara este mensaje en los momentos de más adversidad, la ubicó del lado brillante del camino.
Hoy, es de las mejores artistas plásticas que venden su obra en el Jardín del Arte de San Ángel. Una mujer que intenta retribuir eso que la virgen le ha dado desde entonces: puro amor.
Para Cristina, una sencilla empleada de Cancún fue el inicio de este milagro. Ella, la única que vio lo que sus familiares y amigos desdeñaron por completo: Que Ana llevaba semanas sin un peso en la bolsa, que después de que su tienda de ropa quebró, entraba a las oficinas de sus ex clientas para vender de contrabando y a pagos. Que no tenía dinero ni para comer y pasaba el día soñando con pollo frito y carne asada, mientras se ‘pichicateaba’ un kilo de alas por semana. La situación era una emergencia: se estaba muriendo de hambre, dice.
“En ese momento la gente se iba alejando porque yo era un riesgo ambulante para todos y podía pedirles prestado”, comenta Cristina, quien vio desaparecer el apoyo de aquellos que la rodeaban.
Para probar suerte, Ana viajó a Cancún por invitación de una amiga, pero la fortuna nunca llegó. De no encontrar empleo en ningún lado, la metieron a trabajar en un hotel vendiendo tiempos compartidos pero: “¿quién puede vender cuando está deprimido?”
Al ver esto, la amiga con la que se quedaba la sacó de su casa y durante dos meses Ana Cristina tuvo que dormir en el pasillo de la casa de una mujer a la que le llamaban “La Mami”, quien le prestaba un camastro y la mataba de hambre. Cuando por fin encontró trabajo fue en una tienda pequeña por el centro de la ciudad. Era la gerenta a cargo de una sola empleada, la misma que le cambió la vida.
“Ese día estaba en la tienda vendiendo bikinis y trajes de baño y llevaba días con dolor de cabeza, porque tenía mucha hambre”, dice la mujer de 65 años, a quien se le quiebra la voz al recordar que esa tarde en que Julia, la empleada, le pidió permiso para salir a comer, regresó con un sándwich y un refresco.
Para no hacer notar el hambre, Ana le pidió que comiera en la parte de atrás, pero la chica contestó: “No, Ana, esto es para ti. Te duele la cabeza porque tienes hambre”.
“En ese momento, yo vi otro lado del mundo que no conocía. Ahí entendí que tú eliges lo que quieres ser. Si el tipo de persona que finge que no pasa nada o alguien que se da cuenta de la necesidad de otros y sin que le digan nada te brinda la ayuda de inmediato”.
A Ana Cristina se le inundó el corazón y afirma haber sentido un profundo cambio en su persona, uno que fue sellado con un abrazo fraternal con Julia.
Esa misma semana, de regreso a casa de “La Mami”, volteó al cielo y le pidió a la virgen: “Madre, solo tú me puedes ayudar. Ya nada más me quedan 20 pesos y no he comido”. Y en ese momento se abrió la puerta del autobús del que se bajó una amiga que no veía desde hace 15 años. Ella la invitó a comer y ese mismo día la hospedó en su casa para ayudarla a salir adelante.
En una de las visitas a la iglesia de la colonia, la artista escuchó que un padre decía: “Los mexicanos sobreviven por la ayuda de la Virgen de Guadalupe”. Y Ana pensó que entonces era a ella a quien tenía que ir ver. Pisó la Basílica el 12 de diciembre para pedirle un favor muy específico: “Quiero un trabajo que nadie me pueda quitar”. Esa misma noche, Ana Cristina soñó que era artista y que vendía sus propios cuadros. Desde entonces, eso fue lo que se dedicó a hacer.
Hoy, tiene un trabajo que afirma es parte de este milagro. Es una artista talentosa, con un amplio catálogo de imágenes de la Virgen María.
“Mi vida ha sido de la mano de ella, ella me ha cuidado, mi madre, mi reina hermosa”, presume.