La abuelita de los dulces

Al día 07/03/2017 05:00 Tanya Guerrero Actualizada 05:00
 

Ninguno es su favorito porque a los 220 que la festejan los quiere por igual. En noviembre del año pasado, todos sus consentidos se dieron cita para celebrar junto a ella un año más de vida, su 95 aniversario.

Al ver tanto amor e interés de todos sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, doña Félix Ocaña Urban se conmueve hasta las lágrimas. "Siento bonito que todos me quieran tanto, pero al mismo tiempo siento feo porque cuando me enfermo, a todos les duelo yo".

Doña Félix nació en 1921, en Puente Sierra, un pueblo que originalmente era la entrada hacia los otros poblados de la Magdalena Contreras.

Para llegar a San Bernabé, San Jerónimo o   San Nicolás, necesariamente había que pasar por enfrente de las vecindades y la fábrica de hilados y tejidos de Puente Sierra, en donde el padre de Félix trabajaba.

De niña, Félix le hacía honor a su nombre. De cariño, a ella y a los niños con quienes jugaba, los llamaban "Las Chiras", porque pintaban los huesos de durazno de colores y trataban de atinarlos a los hoyos que hacían en la tierra. Cada vez que Félix acertaba un tiro, todos gritaban: "¡Chiras!".

"Lo chistoso era que a las tres de la tarde todos nos echábamos a correr por un taco, cada quien a nuestra casa y regresábamos con él para seguir jugando. Los míos eran de frijoles, porque era lo que más había. Yo pasé mi infancia contenta porque, aunque éramos pobres,  yo era muy feliz".

Félix lleva en el nombre la emoción que durante toda su vida ha transmitido a la gente que ama. Durante décadas, antes del Día de Muertos, organizaba a toda su familia para reunir cientos de dulces y regalarlos a los que menos tenían para no perder nunca la tradición de dar.

"Hacíamos 70 bolsitas de dulces y las engrapábamos para repartirlas. Me ayudaban mis hijos. Me daba mucho gusto porque se juntaban los niños. Algunos, a veces, se iban a dejar sus dulces y regresaban por más", dice doña Félix.

Hoy, "La abuelita de los dulces", como es conocida en su colonia, ha dejado este legado de amor a las cuatro generaciones que le preceden. Las mismas que durante su cumpleaños 95 la acompañaron para verla reír.

"Aunque no tengo favoritos, son a los más pequeños a los que más quiero porque están chiquitos. Ver que mis hijos viven bien y son felices, me hace a mí sentirme muy, muy feliz".

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