Le saca provecho a sus dos mundos

Al día 05/04/2016 05:00 Tanya Guerrero Actualizada 05:02
 

Claude Francoise Juffet nació por órdenes del general Charles De Gaulle. "Al término de la guerra, este hombre tomó el poder y dijo: 'Francia necesita hijos'. Entonces mi padre le dijo a mi madre: '¡Pues a hacer otro hijo!’", comenta Claude con un gesto de sarcasmo en la sonrisa.

Francia, el país que en 1946 la vio nacer, estaba sumido en la aguda depresión que un año antes dejó el fin de la II Guerra Mundial. Se hablaba de reconstrucción, pero la carencia se sentía en las calles. Familias como la de Claude tenían que entregar tickets que el gobierno les daba, a cambio de raciones medidas de carne, leche o pan. En el suburbio de Bagnolet, a las afueras de París, vivió una infancia ceñida por la escasez. En esta condición, sin refrigerador, sin baño y sin calefacción en su hogar, inició el periodo de los 30 años de restauración del país. 

Como la más pequeña —y precoz— de tres hermanas, aprendió la lectura y la aritmética a los cuatro años. Jugaban a que ella era la única alumna de la clase y tenía que adivinar sumas con números invisibles. Al kínder llegó sabiendo leer y escribir.

 Entró a los 12 años a estudiar al Liceo que le quedaba más cerca de su casa. En transporte público hacía una hora de ida y una de vuelta para llegar a él.  Fue entonces que Claude descubrió lo que terminaría por definir su vida: esta mujer de 70 años se ha movido siempre entre dos mundos.

Como hija de obreros y nieta de campesinos, en el Liceo al que iba se notaba mucho el contraste económico: la mayoría de sus compañeros eran hijos de comerciantes de clase media; Claude, en aquel momento, no. Sin embargo, afirma que aunque era consciente de esta diferencia, sacó el mejor provecho de eso.

“Es algo que toda mi vida he sentido. Para mí es una riqueza pertenecer a dos mundos diferentes. Supe siempre aprovechar los dos y sentirme bien en ambos. Elijo esto porque tengo una curiosidad insaciable”.

A los 18 años empezó la primera de las cuatro carreras universitarias que tiene. Gracias a una beca estudió Ciencias Políticas en la escuela de élite en Francia y al mismo tiempo Sociología en La Sorbona de París. Así, de nuevo, Claude se encontró entre dos mundos.

“Todos mis compañeros eran de la clase alta, entonces había mucha diferencia en cosas como ropa y dinero. La forma de pasar el tiempo libre era muy diferente también, pero aún así me llevaba muy bien con todos”.

Pero esa brecha se cerró durante la década de efervescencia que cambiaría al mundo. En 1968, jóvenes  estudiantes franceses salían a las calles para exigir que el general De Gaulle —el mismo por el que Claude nació—,  dejara el poder después de mantenerlo por más de una década. Más de un millón de personas, entre ellos estudiantes y obreros, llenarían las calles el 13 de mayo para exigir su derrocamiento. Claude también estaba ahí, escribiendo con gritos y consignas la historia.

Años más tarde entraría a trabajar en una empresa de mercadotecnia, especializándose en la industria farmacéutica. De ahí nació la apasionante profesión a la que hoy se dedica: el psicoanálisis.

Entró a estudiar  Psicología porque notaba que los médicos tendían a recetar antipsicóticos y tranquilizantes sin terapia de atención alterna.

“Desde los 16 años me interesaba mucho Freud, pero después de hacer estudios sobre los medicamentos psicotrópicos, comprendí que a veces los problemas  tenían solución con terapia”.

En 1993 se mudó a Sens, una comuna que queda a una hora de París, donde comenzó su carrera como psicoanalista atendiendo a presos. Para darles mejor atención, estudió la carrera de Criminología.

“Para todo el mundo es muy difícil quitarse las malas costumbres, en especial para los delincuentes. Se necesita mucho trabajo. El reto es aceptar la vida como  es porque mucha veces la gente tiende hacia lo irreal, piensa las cosas como las desea y no como son", dice. 

Hace cuatro años que Claude salió de Francia y hasta la fecha, pacientes que la conocieron allá siguen llamándole por teléfono para ser atendidos por ella. Extraña París, pero siente una profunda pasión por México, este otro mundo al que Claude ama pertenecer.

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