Una rosca digna se Reyes

05/01/2016 20:07 Actualizada 10:17

 
 
Entre roscas de agua, de azúcar, de queso y entre polvorones y empanadas preparados con harina de peculiar olor, en este lugar se rescatan panes típicos de único sabor. 
 
Y es que además de cargar con una receta tradicional,  las hogazas y roscas de reyes de “Panadería Huasteca”, se convierten en una experiencia culinaria que no puede compararse con ninguna otra. 
 
Su comienzo se remonta a 1937. En ese año, Fausto Mayol llegó a México acompañado de su esposa María de Jesús. Con ánimos de cambiar su forma de vida, la pareja viajó de Tehuetlán, en la huasteca hidalguense, con dirección al Centro de la ciudad.
 
Acogidos en la esquina de Argentina con Guatemala, Fausto y María optaron por encabezar un negocio propio. En la puerta “Estancia Ideal”, hotel y comedor, podía leerse con claridad mientras el matrimonio tomaba las riendas de su local. 
 
Los desayunos que ofrecían eran de tipo tradicional; la sazón huasteca cautivó el estómago de sus clientes y un día, después de recibir a “Pito Pérez” en su local, el futuro y trayecto de su negocio cambió de forma inesperada. 
 
De ahí que la posada cambiara su nombre y línea comercial. Hoy, después de 78 años y con el Templo Mayor ocupando el mismo lugar, sus panes típicos de sabor casero se pueden encontrar entre las calles de la ciudad: “Panadería Huasteca”.
 
Aunque el nombre ya no es el mismo, sus panes guardan entre harina, mantequilla y huevo, el mismo folklore huasteco. 
 
En el aparador, Antonio Mayol, nieto de Fausto, atiende el local que se distingue por un peculiar olor a queso.
 
No es un queso ordinario, traído directo desde Veracruz y cuajado con leche de vaca, los trocitos amarillos de perfume penetrante, se mezclan en la masa para preparar 23 variedades de pan regional. 
 
De sus mejores panes, las roscas de agua destacan. De sabor ligero y textura crujiente, no las puedes dejar de probar. 
 
Pero si de especialidades hablamos, la rosca de reyes es la estrella del lugar. Esta rosca no lleva frutas, ni ate, ni higo, tampoco acitrón. Combinada con grandes porciones de queso cotija, envueltas por una masa de harina bañada en azúcar y mezclada con el ingrediente huasteco secreto, su cubierta dorada guarda un agudo sabor a queso. Es de sabor fuerte pero no insoportable, de consistencia pesada pero no atosigante. 
 
Sin duda una rosca que sale fuera de lo convencional.
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