Para Alfonso no hay fracasos

Al día 30/06/2016 05:00 Astrid Rivera Actualizada 05:00
 

En los microbuses que recorren el Barrio Bravo se cuentan muchas historias, algunas llenas de soledad, otras de desesperanza, de jóvenes que venden productos para solventar una dosis más, de bandas que asaltan para conseguir dinero rápido. 

La historia de Alfonso no es una de esas. Su vida ha estado llena de sufrimiento y ha tenido que superar desventuras que iniciaron aquel día que un tráiler casi lo mata, pero ha sabido salir librado y ahora es todo un triunfador. La depresión, el alcoholismo y la prisión quedaron atrás y ahora Alfonso de los Reyes Garduño pone todo su empeño al vender dulces en Tepito y para conseguir más medallas en el deporte. 

En el año 2000, Alfonso fue arrollado cuando iba en bicicleta a trabajar al municipio de San Vicente Chicoloapan, un tráiler derrapó varios metros y se llevó la bicicleta entre las llantas. 

"Mi cuerpo quedó trenzado entre las llantas, la bicicleta se atoró e impidió que el tráiler siguiera avanzando, pero mi pierna ya estaba demolida. Estuve una hora esperando a la ambulancia con las vísceras de fuera", recuerda Alfonso. 

Estallamiento de vísceras, amputación de extremidad, fractura de tobillo, fractura de pelvis, fueron los diagnósticos que Alfonso alcanzó a escuchar antes de caer en un coma que se prolongó durante ocho días. Al despertar, una nueva realidad lo esperaba. 

"No podía sostenerme y todos me tenían que cargar, pero no podía deprimirme porque mi mamá se pondría mal, yo tenía 20 años y fue duro regresar a casa", comenta Alfonso. 

Su familia lo apoyó para aprender a andar en silla de ruedas y después a caminar con las muletas. Fue su abuelo el que propuso que lo pusieran a vender dulces para "que no se hiciera un inútil". 

Alfonso salió de su casa y cayó en los excesos. El alcoholismo lo llevó a vivir en la calle y alejarse de la familia. "Viví en las calles de Tepito y la gente siempre me ha apoyado mucho, a veces me alcanzaba para pagar un hotel o luego dormía en la calle; ves de todo, hay de todo, pero tú haces la diferencia". 

En esa temporada, Alfonso estuvo preso cinco meses acusado del robo de un vehículo, delito del que pudo demostrar que no era culpable. "Aprendí muchas cosas en la cárcel, me iba a escuchar la palabra de Dios, iba a sesiones de Alcohólicos Anónimos. Puedo decir  que viví una vida muy fea que a nadie se la deseo, pero sé que viviendo un camino recto es como se puede salir adelante", asegura. 

Marta Garduño, madre de Alfonso, buscó a su hijo y le pidió volver a casa. Ya regenerado, Alfonso comenzó con un grupo de cristianos predicando la palabra de Dios y después se independizó y vende dulces en calles del Barrio Bravo. 

Así llegó el deporte a su vida y de inmediato brilló en el Powerlifting, el cual practica en el Centro Paralímpico y le ha dejado más de 20 medallas. 

Alfonso combina sus entrenamientos con su trabajo en los microbuses y se apoya en su madre, su hermana Claudia y su esposa Rubí. A sus 36 años ya presume un camino recorrido y un futuro prometedor, en el que no hay espacio para fracasos. 

 

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