Ya alucina al novio de su hija

ZONA G 28/02/2017 03:00 Yudi Kravzov Actualizada 11:19
 

No me gusta el novio de mi hija. Tampoco sus invitaciones ni la manera en que la trata. Le habla de forma descortés. Ella dice que es tímido, que por eso no entra a la casa, ni se queda a cenar con nosotras. A mí me parece un pelado. Nuestra casa es limpia y humilde, pero aquí no nos falta nada. Además, ya me dejó dos veces con la comida caliente y, simplemente, se excusa diciéndome que no tiene hambre. 

Pareciera que lo que no quiere es dar la cara, y en la ciudad y mi pueblo, eso no se ve nada bien. Me cuesta trabajo hablar con mi hija; Javier se ha convertido en el hombre que por fin le da todo lo que ni yo ni su padre pudimos darle. Le regala joyas caras, zapatos, bolsas, y llega siempre de los centros comerciales con artículos caros que no sé de dónde saca. La verdad es que el tipo es un patán; se le ve desde lejos.

Nunca pensé que mi propia hija, mi Martita, sería una de esas mujeres que se deja impresionar por los regalos costosos. Su padre y yo, aunque divorciados, le hemos dado todo lo que hemos podido. Claro que nunca fuimos de comprar caprichos. 

Ni en su cumpleaños me gasto mis quincenas en regalos. Si llegamos a tener una amistad de madre e hija, fue porque las dos nos jodimos juntas para salir adelante. 

Tanto para ella como para mí, es importante vencer los obstáculos que se aparecen mes con mes, pero su relación con Javier ha venido a descomponer la nuestra, porque ella lo defiende, lo justifica y hasta hace que el muy desgraciado me dé regalos a mí.

Mi hija y yo fuimos y venimos, a nuestra manera, de un lugar a otro. Nos la hemos pasado bien. El cariño y el respeto siempre nos han mantenido juntas. No sé cómo explicarle a mi hija que no vienen cosas buenas; que Javier y su dinero no ayudan, sino que, al contrario, manchan nuestra relación.

Ayer, Martha me dijo que se irían a Zacatecas el fin de semana. Más que su virginidad, me preocupa que se quiera ir a vivir con él. Me dan mala espina esos viajes constantes, ese dinero que gasta, ese coche aparatoso en el que anda  y esos aretes de lujo que, a mí, me parecen excesivos.

Me siento un poco traicionada por mi hija. Alguna vez pensé que mi hija y yo tendríamos una amistad eterna. No sé cómo hacerle entender que ese tipo de hombres que dan regalos sin medida, se lo cobran de otra manera. Me gustaría sentarme con la tranquilidad con la que otras veces hemos hablado, y decirle que, si se vende, si demuestra que tiene un precio, nunca va a ser tomada en serio.

Si no se cuida y si no pone límites, la van a tratar mal. Se le van a escapar la autoestima y la forma linda y educada con las que siempre la eduqué. ¡Dios mío! Es que la veo con esos zapatitos, con ese maquillaje y esas minifaldas que él le regala, y me dan ganas de meterla a la fuerza en casa, y ya no dejarla salir. A veces quisiera cuestionarla. 

Muchas veces me pregunto dónde están esos 20  años de cuidados y consejos que le di. ¿Por qué se olvida de mis caricias? ¿Por qué cree que valen la pena los regalos y los lujos?¿Dónde quedaron la dignidad y el valor que le inculqué desde que ella era chiquita?.

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