‘Ni yo mismo me conozco’

14/09/2015 03:00 Yudi Kravzov Actualizada 12:24
 

Iba de camino al trabajo, cuando vi que se rentaba un cuarto en una casa vieja, a dos cuadras de Barranca del Muerto. Hacía tiempo que la idea de dejar a mi mujer e irme a vivir solo me daba vueltas y ese día, el anuncio del alquiler fue como una señal. Vacío y harto, decidí salirme de mi casa para ver si me encontraba de nuevo. 

Desde entonces, mi suegra, que decía que me adoraba, se la ha pasado metiéndole ideas a mi esposa y trata de convencerla de que hay otra mujer de por medio. Mis hijas me llaman para reclamarme, me echan en cara el abandono y por más que les insisto en que mi mudanza es temporal, que sólo necesito recobrar mi espacio y reencontrarme, me acusan de ser infiel. 

Mi cuñado no hace más que hablar mal de mí. Los que dicen llamarse “mis amigos”, me felicitan por los ‘huevos’ que se requieren para dejar lo construido en los últimos 15 años y empezar mi vida sin ataduras. Yo, por más que les explico que ando en una crisis existencial donde ni yo me conozco, siguen con lo mismo. Me ven y me dicen: “Pinche Javier, te la volaste. Somos tus fans”. No se cansan de afirmar que soy un ejemplo a seguir, porque ‘me pasé por los huevos’ tanto la institución de la familia, como al padre que nos casó y a mi familia política. No entienden que no sé todavía ni por qué lo hice. Tampoco estoy seguro de lo que voy a lograr con todo esto. 

Tengo miedo de que cuando quiera volver, todos me manden al carajo. De verdad estoy asustado, pero la vida que llevaba no me llena, me deja vacío. Cuando puedo, en la noche, lloro a solas y a escondidas. 

Por lo menos el huracán de sentimientos que vivo en ese momento me hace sentir que estoy vivo. La verdad es que no me hallaba. Fue como si de pronto me hubieran cambiado por otro que no iba a soportar una noche más de soledad en su cama. Estoy ‘hasta la madre’ de los reclamos, de la terquedad y de la cantaleta de que no sé hacer las cosas. Sobre todo, me ‘caga’ que me comparen con maridos que lo han hecho mejor que yo. 

Tengo problemas con mi mujer, pero odio a los que se atreven a hablarme mal de ella, a los que critican a mi familia política y a los que, entrados en copas, me preguntan si todo se debe a que tengo otra vieja. No sé cómo explicar que me siento perdido, que no me gusta el hombre en el que me he convertido, que me caigo gordo, que me harta hablar de los mismo temas, que mi trabajo me aburre tanto como mis ‘amigos’, que mis sueños se están derrumbando y que mis 50 años me pesan. 

No tengo con quién hablar de estas cosas. Mis amigos no quieren oír problemas. Mi vieja lo toma personal. Mis hijas están del lado de su mamá y no entienden de razones. Mis hermanos viven lejos y yo me siento solo, como perro callejero, caminando perdido y triste por avenida Revolución, sin entender mis propias revoluciones. 

Y es que me casé inexperto y joven. Me hice papá a los 22 años. He saltado de un trabajo a otro para tratar de llevar siempre bienestar a mi familia. Sin embargo, me olvidé de lo que yo anhelo. Leo lo que escribo en mi pantalla, lo borro y vuelvo a intentar explicar lo que me está pasando. Deseo enviarlo para no sentirme solo. No disfruto ni sábados ni domingos cuando estoy en casa; no tengo sexo con mi mujer ni con nadie más y salir a la cantina con Pedro y Joaquín ya me da flojera. Me siento muy cansado de la rutina, de la manera en que mi esposa me exige, de la relación conmigo mismo, de no gozar la vida. 

No sé cómo va a terminar mi historia. No sólo las mujeres tienen crisis. También los hombres podemos sentirnos solos, confundidos y experimentar despertares. 

Por lo menos, a esta edad, yo siento que no me conozco.

 

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