La huelo en mi cuerpo

07/09/2015 03:00 Yudi Kravzov Actualizada 12:15
 

A ella le gusta ‘ponerse jarra’ antes de hacerlo. Dice que en sus cinco sentidos no se puede entregar porque soy mucho menor. 

Cuando la conocí me dijo que Vicente fue el nombre de su primer novio y que le gusta mucho que yo me llame así.

Tontamente, pensé que no me iba a enamorar, pero su consejo siempre es el correcto. Su sabiduría me fascina, rompe mis ideas y ella me anima a experimentar todo en su cuerpo. He aprendido con y de ella, y me encanta que se muestre sin inhibiciones como una mujer nunca se mostró ante mí. 

Ella dice que me quiere ver feliz, me recomienda que salga con mujeres de mi edad, mientras me enseña sus delicias y se entrega a mí. Me dice que conozca a otras y que no me enganche con mujeres mayores como ella.

Dice que necesito andar en un mundo de gente de mi edad, pero a mí me gusta la piel de esa mujer. Me gusta su cadencia. Ella dice que las mujeres de su edad no son las que me convienen, que la voy a tener que olvidar, pero no estoy listo para dejar de recorrer su cuerpo, ni para olvidar sus sabores. Quiero volver a besar su sexo y ahondar en la ternura que no he encontrado en ninguna otra. Su apertura y experiencia me hacen ser un amante que sabe darle placer a la mujer. 

Dice mi hermano que las mujeres mayores son como vampiros que te embrujan porque no saben saciar su deseo, que brincan de un orgasmo a otro, que tienen novios y que no acaban de venirse. Que está seguro de que tiene otro amante. Me insiste en que la olvide. 

Yo me enojo porque no me gusta que me hablen mal de ella. Sé que no me miente, que no tiene otro y esa intensidad, esa risa, esos besos son mi alimento, lo que hoy me hace sentir vivo. 

Lo que odio es vivir escondido, desintegrado. Siento como que no soy nadie para nadie. Odio esta situación que no parece tener remedio. Me meto al Facebook de sus hijas, de su marido; me gusta verla en sus fiestas, en sus salidas, en sus viajes, en sus comidas, en ese mundo suyo donde falto yo. 

Cada mañana me vuelvo a preguntar si quiero dejar de amarla, si me puedo atrever a no buscarla, pero no quiero olvidar. ¡Dios mío! Sólo quiero amarla. 

La huelo en mi cuerpo, cierro los ojos y me gusta pensar en ella. No puedo ocultar mis sentimientos. Me gustan las mujeres mayores por la sabiduría con la que ven la vida, por la forma en que hablan, por la manera en que aman y el amor con el que se entregan. 

Odio los prejuicios de aquellos que no nos dan permiso. Me cansa esconderme, ser el otro. Detesto sentirme absurdo y ridículo. 

He soñado que envejezco, que ella no se avergüenza de pasear conmigo por el mundo, que soy de su edad y que el nuestro es un amor que inició en otra vida.

Yudi Kravzov

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