Hola, mis amores, estoy muy feliz de estar con ustedes un día más, hoy les confieso que ya no me acuerdo cómo ligar a un hombre.
Ya tiene mucho tiempo que no me pongo a coquetear con alguien, porque prefería el sexo libre o directo, donde simplemente le digo: ¡Me gustas para tener sexo! y arreglamos un buen acostón.
Me di cuenta de mi falta de práctica para seducir lentamente después de conocer a un chico, me lo presentó un amigo que es entrenador de artes marciales mixtas y después de salir varias veces en grupo, un día nos quedamos solos, empezamos a platicar y me dijo que si quería me enseñaba algunas técnicas para defensa personal.
Empezamos jugando como amigos equis, pero luego lo veía frente a mí, tan cerca y tenía un impulso por besarlo, pero yo “Helena, La Mala” me sentía tímida ante él, además siempre hemos platicado como amigos y no sé si me ha mandado señales de coqueteo, por eso me di cuenta que no sabía cómo seducir de manera “discreta”.
Después de varias ocasiones en las que lo tuve de frente y me paralicé, regresé a mi casa y me puse a imaginar varios escenarios con él.
En uno de ellos, visualizaba que al tener su cuerpo atrás de mí, disimuladamente yo me hacía un poco para atrás, pegaba mis nalgas a su cuerpo y mi cabeza de lado, solo con los dedos me acercaba su boca y así nos besábamos.
En otro escenario, lo tenía de frente, no podía sacarme de la cabeza su mirada y con su cara muy cerquita, lo besaba de piquito y él respondía tomándome por el cuello.
Pero, todas estas sensuales escenas sólo las imaginaba, él estaba en su casa, y aunque me envía mensajes y platicamos un rato, no pasa de ahí.
Me quedó claro que desde hace mucho no coqueteaba y que la respuesta con cualquier amigo con el que ya hubiera estado antes habría sido más sencilla.
Algo así como: agacharme frente a él y subir lentamente, agarrándome de los costados de su cuerpo hasta llegar a su cara, tomarlo con fuerza y hacer como si fuera a besarlo, pero quitarme antes de que mis labios se tocaran con los suyos. Con eso jugaríamos durante un rato hasta que me tomara por la nuca para besarme y jugar con nuestras lenguas.
Pero el entrenador tiene algo distinto, que no me deja dar más pasos y de cierta manera hace que me sonroje. Anoche soñé justamente con él, con sus brazos tatuados y bien marcados, su cabello negro y sus ojos que cuando me miran directamente hacen que mi mirada se vuelva sumisa y mire hacia otro lado.
Soñé que estábamos en el bar, la luz era tenue y roja, había una mesa de billar, empezaba a sonar música y yo bailaba con él, mi cuerpo estaba frente a él, movía las nalgas y él me tomaba por la cintura, así frente a él volteaba mi cabeza, empezaba a besar mi cuello y yo sólo guiaba sus manos por mis curvas, abrazándome y moviendo mi cadera, cuando giraba nos besábamos y ahí terminaba mi sueño.
Desperté porque sonó mi celular, pero eso me puso feliz, porque era él invitándome a comer. Así que mi realidad superó mis sueños.
Así comprendí que por más que viva y tenga nuevas experiencias, aún hay hombres que logran sonrojarme y ponerme nerviosa, aunque lo coqueta ya lo traigo por naturaleza.
Espero poder platicarles en la próxima columna qué pasó con mi cachondo entrenador.
¡Los adoro, nos leemos el próximo miércoles!