Parece que fue ayer

Deportes 18/08/2017 05:00 El Hijo del Santo Actualizada 13:33
 

Hace 29 años, un viernes 19 de agosto de 1988, el Auditorio Fausto Gutiérrez de la ciudad fronteriza de Tijuana lucía repleto de aficionados que iban a presenciar una gran función de lucha libre.

En ella exponía mi máscara contra la tapa de un recio y fuerte luchador veracruzano de nombre León  Chino, a quien me tocó ver luchar en la Pista Revolución cuando yo era aficionado.  Él debutó en el año de 1975.

Lo conocí en el gimnasio de la arena México, porque entrenaba ahí  bajo la supervisión del profesor Rafael Salamanca y también asistían otros luchadores a quienes yo saludaba de manera cortés.

Sin embargo, no tenía mucha confianza con ellos porque aún no era profesional y sólo los veía con enorme admiración, pues conocía sus trayectorias. 

Así  descubrí a Lizmark, Fantasma,  Blue Demon, Cien Caras, El Halcón y entre ellos  estaba el León Chino. 

Sabía que era él por sus inconfundibles y poderosas piernas y su melena china y esponjada (supongo que de ahí se inspiró para darle vida a su nombre de luchador).

En el año de 1986 empecé a tener enfrentamientos con él y me lo topaba en diferentes plazas como Veracruz, Tlaxcala, Ciudad Juárez y Los Ángeles, pero en donde creció nuestra rivalidad fue en Tijuana.

Recuerdo una sangrienta lucha previa a nuestro mano a mano por las máscaras, en la que  Eddie Guerrero y yo perdimos contra León Chino y don Pedro Perro Aguayo.

Semanas después acepté su reto y esa noche del 19 de agosto de 1988 estaba sumamente nervioso porque sabía lo peligroso que era mi enemigo.  También sabía que iba dispuesto a todo, al igual que yo, pues  me había preparado al máximo para esa lucha. 

Me tranquilizaba saber que poseía cierta experiencia en este tipo de encuentros, ya que contaba en mi haber con las máscaras de Kato Kung Lee, Aristóteles I, Espanto Jr., Silver King y Príncipe Island, entre otras tapas y cabelleras.

Después de un gran combate que inició con lucha a ras de lona y que debido a la rivalidad se fue tornando agresivo, logré salir adelante y di a conocer el rostro de Albino Hernández,  quien como todo un profesional me entregó su máscara y me tendió su mano en reconocimiento a mi triunfo. 

Debido a una severa lesión en el fémur, la tibia y los meniscos, Albino Hernández se tuvo que retirar de la lucha libre y hoy trabaja en una empresa de autobuses de lujo. 

Desde estas páginas de El Gráfico le envío  un sincero saludo, mi respeto y admiración a este gran luchador que le dio vida al León Chino.

Nos leemos la próxima semana , para que hablemos sin máscaras. 

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