Nostalgia

Deportes 13/10/2017 05:00 El Hijo del Santo Actualizada 19:28
 

La máscara plateada estaba dentro de la maleta de mi padre, entonces la tomé sin que él se diera cuenta y la coloqué cuidadosamente en mi rostro. Até la agujeta en cada uno de los orificios, hasta lograr cerrarla por completo.

Me quedaba grande; sin embargo, una indescriptible sensación de fuerza se apoderó de mí y me convirtió en El Santo.

En ese ídolo que yo veía en las películas, en las historietas y en las arenas de lucha libre, cuando yo era niño.  “¡Quiero ser como El Santo!”, me dije en silencio. 

No sé si mi padre me observaba, pero yo sentía su presencia junto a mí... ¿o tal vez era su esencia impregnada en la máscara satinada? Todas las cosas que no pude hacer en el mundo real, El Hijo del Santo me permitió hacerlas en la imaginación.

El próximo miércoles 18 de octubre será un día muy especial para mí, ya que cumpliré 35 años de carrera profesional. Esta fecha llena mi mente de nostalgia, de momentos cruciales en compañía de mi padre y de anécdotas con luchadores, promotores y público.

Recordar aquel lunes 18 de octubre de 1982 siempre es muy grato, como lo es el revivir cada instante que ha marcado mi carrera luchística. En mis inicios,  como todo novato, fui un luchador inexperto, inseguro y atrabancado. Mas siempre tuve la cualidad de saber escuchar los consejos de los que más sabían, empezando por los de mi  padre, quien me decía: “Hijo, procura corregir los defectos que te señalan, sólo así aprenderás a ser grande”.

Hoy, 35 años después, agradezco el haber atendido a las sugerencias de gente experimentada, pues eso me hizo crecer como persona y profesional.

Muchos de estos consejos fueron de compañeros, promotores y réferis que en algún momento se acercaron a mí para orientarme. Ismael Ramírez, el  Charles Bronson mexicano;  El Perro Morgan, Voltio Negro, El Mercenario, El Matemático, El Lobo Rubio, Black Terry y  Blue Panther  fueron algunos de los muchos compañeros que sin ningún interés corrigieron mis fallas. 

Promotores como Raúl Reyes, Benjamín Mora, Agapito Treviño, René Guajardo y don Pepe Valdez entre muchos más,  tuvieron la gentileza de brindarme su tiempo para charlar conmigo y hacerme críticas constructivas, así como comentarios positivos que hacían que mi autoestima estuviera en los niveles más altos.  

Otro hombre clave en mi carrera fue don Carlos Suárez Manzanero,  representante y gran amigo de mi padre y posteriormente mío. Carlitos siempre estuvo a mi lado cuidándome y administrando mi carrera.  Era un hombre sabio e inteligente; en sus charlas siempre había un mensaje del cual yo aprendía y me era útil para elegir  el camino correcto.  

No puedo olvidar a mis grandes maestros en el ring,  como el profesor Rafael Salamanca, Tony Camargo,  El Enfermero y el mejor de todos: El Santo.

Hoy, haciendo un recuento de estos 35 años, me siento sumamente satisfecho, feliz y orgulloso de mi exitosa trayectoria profesional, pues gracias a mi esfuerzo, perseverancia y arduo trabajo he logrado todo lo que he deseado. 

Pero nada de esto hubiera valido la pena y carecería de  sentido  si no tuviera el apoyo, el reconocimiento, la aceptación y el cariño de todos ustedes, que han sido durante tres generaciones  el público más fiel que este deporte me ha regalado.  ¡Gracias desde lo más profundo de mi corazón!  

Nos  leemos la próxima semana,  para que hablemos sin máscaras.

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