Temen que hayan enganchado a chavos

La roja 29/03/2016 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 05:03
 

 Paola Peña García   tiene 16 años, mide 1.67 metros de estatura, es delgada. Su  tez es blanca, el cabello castaño ondulado y pesado, los ojos cafés claro. Tiene la boca ancha y un par de lunares. Hasta el 16 de febrero pasado, era una estudiante que asistía a la preparatoria en Amanalco de Becerra, cabecera municipal de Amanalco, una población de poco más de mil habitantes. 

A diario se trasladaba desde su  comunidad: Santa María Pipioltepec, otro pueblo con una población semejante. Una población rodeada de campos y bosques donde todos se conocen, mejor conocido por estar muy cerca de Valle de Bravo.

Ese 16 de febrero,  Paola  fue a la preparatoria y tomó clases, asistió con un pants, sudadera azul y una playera blanca. Pero a la salida, en vez de regresar a casa (a no más de 15-20 minutos en auto), partió con rumbo desconocido en compañía de otro muchacho de su escuela.

Al ver que no regresaba a casa, Sabina García, madre de Paola, le marcó al celular. No entró la llamada. Revisó el servicio   de mensajería WhatsApp. En efecto, Paola se había conectado ese día, pero ya no estaba en línea. Así que Sabina fue a buscarla. No la halló. Llamó a sus compañeros de clase. Unos jóvenes comentaron que Paola se había despedido de ellos.

Mencionan Sinaloa. Pasaron los días y Sabina fue recopilando información. Consiguió los datos del muchacho con el que Paola se había ido. Se encontró con otra familia devastada, que no sabe dónde se encuentra su hijo o si está bien. Luego, otra amiga de su hija le dijo que Paola la había llamado desde un número desconocido. Paola informó a su amiga que se iban para Sinaloa.

Días después, el dato sobre Sinaloa salió de nuevo, esta vez en voz de los maestros de la escuela, quienes le informaron que los rumores en la escuela hablaban sobre que Paola y el otro muchacho se habían ido con rumbo a ese estado, porque alguien les había ofrecido un “trabajo” con sueldo de 10 mil pesos mensuales. Ningún amigo o familiar de los muchachos sabe por qué medio la persona que les ofreció este empleo los contactó. No saben si fue por Facebook u otra red social en internet, o por medio de algún conocido. Nadie sabe en qué consistiría el trabajo referido o si realmente existe. Ni Paola ni el otro joven tienen familia o amigos en Sinaloa. Paola no tiene experiencia laboral en ningún campo, todavía es menor de edad. Por todo ello, se teme que los muchachos puedan ser víctimas de la comisión de un delito.

Interponen  denuncia. La familia interpuso una denuncia en el Ministerio Público de Valles, proporcionó los números de los muchachos y el número desconocido desde el que Paola llamó a su amiga. Lograron que se activara la Alerta Amber en  Estado de  México, Sinaloa y Sonora. Fue así como alguien dijo  reconocer a Paola y al otro muchacho en Culiacán. Los vieron en dos ocasiones afuera de una pizzería. La familia incluso viajó, pero nadie ha vuelto a verlos ni han salido nuevas pistas.

El caso, sin investigar. Actualmente la procuraduría en Valles no ha investigado ni siquiera el número desde donde se comunicó Paola por última vez. La muchacha a quien llamó ya no quiere hablar al respecto. Sus padres le han recomendado que “no se meta, porque podría haber problemas”.

Sabina explica: “Hay gente que nos ayuda a compartir la foto de mi hija en Facebook, pero parece que la historia se está enfriando. Ya a nadie le importa”, dice con voz amarga. La desaparición de otra niña más pareciera ser borrada por la acumulación de historias similares.  

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