¿Porqué la dejó salir sola?

04/03/2014 03:30 Lydiette Carrión Actualizada 02:28
 
A mediados de agosto de 2012, Jessica Cerón Salinas estaba a unos días de dar a luz. Tenía casi 29 años y se encontraba en la semana 39 de gestación; ya había celebrado el baby shower que amigos y parientes le organizaron; ya había pintado estrellas, lunas y globos en las paredes de su cuarto, el mismo que ocupaba desde la infancia en casa de sus padres —en la colonia Civac, en Jiutepec, aledaño a Cuernavaca, Morelos—. Ese espacio ahora sería de los dos: de Jessi y de su primogénito, quien se llamaría Max, como el abuelo materno.
 
Todo estaba listo; la ropita lavada y cuidadosamente doblada en la cajonera, los CD con música clásica, libros, juguetes. En los cajones, bajo la cuna, los zapatitos estaban acomodados por tamaños.
 
La semana anterior había ido a la manicurista, a quien había pedido que le cortara las uñas muy cortas y limadas, para no rasguñar al bebé. También se había realizado un estudio fotográfico para documentar ese último estado de su embarazo y esperaba las fotos con anhelo; fotos que nunca vio y que ahora circulan en internet, solicitando ayuda para localizarla. 
 
El 13 de agosto de 2012, Lisbeth, hermana mayor de Jessica, cumplía años. Así que la señora Celia Salinas, madre de Lisbeth, Erika y Jessica, y futura abuela de Max, hizo mole. Comieron en familia. Después, Jessica dijo a su madre que debía ir al trabajo a resolver unos pendientes. Salió y tomó un taxi.
 
Pasó la tarde, cayó la noche. Se hizo tarde. A las 11:00 de la noche la señora Celia le marcó al celular. Jessica contestó: “Estoy en el cine. Regreso en un rato más”. Esa fue la última vez que Jessica se comunicó. Poco después, el celular y el radio dejaron de funcionar.
 
Ahora, a la distancia, Celia recuerda que la voz de Jessica se escuchaba triste, como si llorara. Además no se escuchaban los ruidos propios de una sala de cine. Todo estaba en silencio.
 
Al día siguiente, familiares y amigos de Jessica comenzaron a buscarla. Álvaro, su amigo, informó a Celia que en realidad la joven no había ido al trabajo ese 13 de agosto, si no que se había visto con Nicolás, el padre del bebé.
 
La relación entre Jessica y Nicolás era mala desde hacía meses. Ellos llevaban más de dos años juntos cuando la joven quedó embarazada. Él no quiso tener al bebé; ella sí. Se distanciaron. Pero en ocasiones se veían. Nicolás, siete años mayor que ella, trabajaba en las antenas de una repetidora de televisión; durante sus turnos de trabajo debía pasar varios días en el cerro, a la altura de Tres Marías.
 
Celia le marcó a Nicolás durante toda la tarde del martes; aquél devolvió las llamadas hasta el día siguiente.
 
—No, señora, no veo a Jessica desde hace seis meses.
 
—No es cierto, Nicolás. Sé que se vieron el lunes.
 
—Mentira. Además, ¿por qué la dejó salir sola? Qué tal que alguien le hace algo y le quitan al niño y la dejan por ahí tirada.
 
A finales de agosto, Nicolás hizo su primera declaración ministerial. Realizó otra en septiembre. Según la familia, existen variaciones considerables.
 
A grandes rasgos, Nicolás dijo que ese 13 de septiembre estaba de guardia en la repetidora; tomó su camioneta y bajó a Cuernavaca a verla. Estuvo con ella y pasadas las 12:00 de la noche Jessica se bajó de la camioneta corriendo y tomó un taxi, del cual no pudo apuntar las placas porque llovía mucho. Que a esa hora inició su regresó a las antenas, donde llegó pasadas las 5:00 de la mañana, en un trayecto que no dura más de una hora, debido a que la camioneta se atascó y tuvo que excavar con una pala.
 
La Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Morelos emitió una recomendación en agosto de 2013 debido a las irregularidades cometidas por la Procuraduría local en este caso; el cual ya se encuentra en instancias federales. El tiempo pasa y la familia de Jessica insiste: desapareció una; ahora buscamos a dos.
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