Desaparición de Vicky

La roja 23/05/2017 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 05:00
 

 Era agosto  de 2016 y Victoria ya estaba planeando la fiesta que celebraría en diciembre para los tres años de su hijito. Ya buscaba el salón de fiestas y además, decía a su hermana Cecilia, planeaba que ese día la familia vistiera un solo color; los invitados podrían ir como quisieran, pero la familia portaría un color distintivo, como habían hecho el año pasado. Pensaba, tal vez, en el naranja, pero no estaba decidido aún.

Victoria Guadalupe Soriano Hernández, quien antes de desaparecer tenía 26 años, se desempeñaba como enfermera, vivía en la casa de su suegra, al lado de su esposo, también enfermero, y su hijo pequeño.

Pero muy temprano en la mañana del 30 de agosto de aquel año, Victoria desapareció. Su esposo llamó a la familia de la joven y dijo que ella se había ido muy temprano de la casa en la colonia Belisario Domínguez, delegación Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México. Dijo que se había ido en la madrugada, sin que nadie se percatara, sin que él se diera cuenta.

Pero a Cecilia Soriano, hermana de Vicky, le cuesta trabajo creer esta versión, ya que, por una parte, explica, el suegro cierra con llave la casa por las noches, y nadie tiene copia. Además, tanto Victoria como el marido se levantaban a las cinco de la mañana para poder llegar al turno hospitalario, que comenzaba a las siete.

A los pocos días de la desaparición de Vicky, el esposo de ésta solicitó un permiso de un año para ausentarse del trabajo; alegó depresión. Y la familia de la joven ya no volvió a saber de él.

Sobrinito escondido.  La fiesta que Victoria preparaba para su hijo, jamás se celebró. Y la familia de Victoria no ha podido ver al pequeñito desde diciembre de 2016, antes de que él celebrara su tercer cumpleaños. Las autoridades tampoco han acelerado los procesos legales para asegurarse de que se encuentra bien.

“Cuando íbamos a visitarlo, al principio nada más nos dejaban estar en la pura puertita. No nos dejaban pasar a los cuartos ni nada. El pequeñito nos decía que pasáramos y la señora no se lo permitía”.

Al niño le preguntaban por su mamá.  “Él nada más decía que fue a trabajar”. Pero “como estaba muy chiquito, como estaba la suegra ahí, la otra abuelita, mi mamá, le preguntaba por Vicky; ella intervenía y no lo dejaba hablar.

“Luego decía cosas, como que a su mamá le dolía la cabeza, se caía en la escalera. Y ahí es cuando su abuelita, la otra, no lo dejaba hablar. Además casi no se le entendía.

“Pero después, pasó el tiempo, y cuando vamos ya no nos abren la puerta. Nadie sale. No veo a mi sobrino desde mediados de diciembre de 2016. Ahora estamos en un régimen de visitas para poder verlo. Pero como ella no sale, los citatorios no se los pueden entregar. Hasta que ella reciba el reporte, no lo podemos ver”.

Mientras tanto, nadie investiga la desaparición de Victoria. “Hemos ido a varios lugares para saber qué pasó. El sábado nos mandaron a la agencia del Ministerio Público GAM 4, a la GAM 7, hemos ido al búnker (las oficinas centrales de la procuraduría capitalina), hemos ido a Derechos Humanos, y todos nos mandan a CAPEA. No digo que en CAPEA no hagan nada, pero no han hecho nada. Dicen que necesitan un papel para ver las llamadas telefónicas, ya sea de él o de ella. Las cámaras, según lo que nos dicen, no enfocan muy bien a la casa.  Según que por eso no pudieron ver nada.  Ya se citaron a las amigas. Mi hermana no tenía muchas, era mucho de que a su casa y al trabajo, pero hasta ahorita nadie nos dice algo que pudiera ayudarnos a localizarla”.

Cecilia está segura de que su hermana jamás se habría ido sin su hijo. Además, “ella sabe que mi mamá está enferma y, ya para ocho meses, aunque sea ya hubiera llamado”.

 

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