Caso Jessica, lleno de contradicciones

15/08/2017 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 05:04
 

Cada semana cimbra un nuevo feminicidio en el Estado de México. El pasado 4 de agosto fue el de Jessica Sevilla Pedraza, médica cirujana de 29 años, madre de un bebé de 18 meses y quien desapareció en la carretera. Dos días después el cuerpo fue hallado en un paraje del municipio de Naucalpan, entres montones de basura.

Juana Pedraza, madre de Jessica, se encuentra en duelo y tiene la responsabilidad de hacerse cargo de su nieto, quien es apenas un bebé. Sin embargo, es prioridad para ella dar seguimiento al feminicidio de su hija. Y es que al inicio, las autoridades no le hicieron caso. Ahora, tras la presión mediática, “sí” le hacen caso, pero el sospechoso aún no ha sido detenido.

“Mi hija me dejó lo más valioso que tenía en la vida, que es su niño. Me lo dejó. Tengo un gran compromiso con ella, porque es mi deber formarlo. Tengo que hacer de él un hombre de bien… un hombre, no un macho. La misma labor que hice con ella, me toca hacerla con él. Por suerte tengo la custodia de mi nieto”.

 El 4 de agosto pasado, Jessica fue a trabajar, como todos los días, a las 7 de la mañana en el hospital de Xonacatlán. Regresó a casa a comer, en el pueblo de Otzolotepec. De ahí, a la 1:40 de la tarde, iba rumbo a su consultorio. Eso es lo que la familia le consta, de cierto. Lo demás son versiones del sospechoso.

Alrededor de las 7 de la noche de ese 4 de agosto, un joven de nombre José Javier ingresó al hospital de Xonacatlán (el mismo en el que Jessica trabajaba) con una herida de bala en la pierna. Fue atendido y decidió irse por propio pie, a pesar de que cuando ingresan heridos por arma de fuego, por ley se debe esperar un ministerio público. 

Entonces, José Javier llamó a Juana. Le dijo que esa tarde había visto a Jessica, que alrededor de las 2:30 de la tarde, ambos estaban en el carro de ella, platicando en una gasolinera del barrio de San Antonio (una zona peligrosa), cuando “hombres armados” se acercaron. Jessica se habría “puesto nerviosa” y abrió los seguros del auto. Entonces los desconocidos abordaron y se los llevaron a punta de pistola.

Después, según el dicho de José Javier, los hombres lo habrían bajado del auto en la comunidad de San Agustín y, antes de retirarse, le habrían disparado.

SE NIEGAN A LEVANTAR LA DENUNCIA.  Juana, su esposo y la familia se dirigieron al ministerio público de Xonacatlán, pero los agentes se negaron a levantar la denuncia: alegaron que debían esperar 72 horas, a pesar de que había un herido por arma de fuego de por medio.

Para el 6 de agosto, el cuerpo de Jessica fue hallado a unos kilómetros de donde José Javier alegó haber sido liberado. Jessi había sido decapitada. La cabeza, con herida de bala, estaba a unos cuantos metros del cuerpo; el rostro, desollado. Un brazo se encontraba desprendido también.

A lo largo de estos días, José Javier ha cambiado su versión. La primera vez aseguró que vio a Jessica a las 2:30. Luego, que pasadas las 5:40, casi las 6 de la tarde. Se han revisado cámaras de vigilancia, peritajes, y hay elementos para que sea sospechoso. Aún no está detenido.

Jessica “de verdad amaba su profesión. Y amaba todo lo que hacía. A lo mejor lo digo porque es mi hija, pero era una gran persona, un gran ser humano; buena madre, buena hija, buena amiga, buena compañera de trabajo”.

Ahora, “el niño me necesita, y con todo el dolor que tengo, hay que darle un ejemplo a ese niño. Hay que darle un ejemplo, y el ejemplo somos nosotros. Tengo que volver a hacer esa labor que hice con mi hija, ahora con él, y con todo gusto lo voy a hacer”.

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