Duermen rico tras darse calor

05/12/2015 12:09 Actualizada 14:00
 

Después de pasar una noche de terror, Marimar Campirana se despierta porque un delicioso aroma, proveniente de la cocina, inunda toda la casa. Voltea a ver a Jeremías quien duerme plácidamente. 

Ella sonríe. Le da gusto que por fin pudiera dormir. De mucho sirvió como somnífero la maravillosa follada que se metieron para mitigar los gritos de terror provocados por las pesadillas de su suegro que venían del otro cuarto. 

Cuando trata de levantarse siente cómo una mano la jala de la bata.

—¿A dónde crees que vas? —le pregunta Jeremías con una sonrisa.

El científico levanta la bata para acariciarle a Marimar las nalgas desnudas.

—Quiero ver qué está pasando en la cocina. Además, tenemos que apurarnos porque se nos va a hacer tarde.

Jeremías no quiere escuchar porque jala a la chilena con ambas manos de la cadera y la devuelve a la cama. La hace caer sobre él, la hace rodar y con un movimiento ya se encuentra sobre ella lamiéndole las tetas.

Marimar abre las piernas permitiendo que Jeremías la penetre y después las entrelaza alrededor del tronco de él para sentir todavía más. Se retuerce de placer mientras el científico le muerde un seno.

No importa lo que pase alrededor, siempre y cuando puedan seguir viviendo esto todos los días, piensa Jeremías.

Después de tres orgasmos por fin bajan a la cocina donde Zacarías, el padre de Jeremías, ya los espera con el desayuno listo y los recibe con una sonrisa encantadora. 

A Marimar le cuesta trabajo creer que es el mismo hombre que la noche anterior no los dejó dormir con sus gritos.

El viejo ha cortado cada uno de los gajos de las toronjas tal y como lo hacía cuando su hijo era un niño. 

Ha preparado jugo de naranja, unos huevos a la escocesa y unos hot cakes como los que se acostumbran servir en su pueblo natal.

Todo esto le hace recordar a Jeremías las cosas buenas de su infancia; las cosas buenas de su padre.

Como desde hace muchos años no lo hacían, desayunan en familia escuchando las anécdotas de los viajes de cada uno. 

Ambos coinciden en que resulta muy exótico reencontrarse de nuevo en México.

—Vamos a ir a arreglar unos asuntos, pero no tardamos —le dice Jeremías a su padre después del desayuno—. Descansa un poco y en la tarde te damos una vuelta por la ciudad.

Cuando se despiden, Jeremías no sabe que su padre, el veterano de guerra de Vietnam, lleva algún tiempo planeando su propia muerte; no sabe que tiene un mes utilizando su tarjeta de crédito sin límites, viajando por todo el mundo, comiendo en los mejores restaurantes, contratando a las chicas más bellas de cada país para follar y dormir con ellas en los mejores hoteles. Jeremías no sabe que después de darse la gran vida, lo único que quiere su padre ahora es morir en familia para que sus restos no terminen en alguna fosa común.

Si lo hubiera sabido, seguramente habría pospuesto la reunión importante con la Sociedad de Entomólogos y el registro de los nuevos descubrimientos que ha hecho junto con Marimar sobre la Dosophilas angustinante, la mosca del sexo.Seguramente no lo habría dejado solo.

Al principio, Zacarías encendió la tele para ver cómo se distraería, después de media hora quiso escuchar a los Rolling Stones, tal y como lo hacía durante la guerra en Vietnam. Pensó que le vendría muy bien fumar marihuana. Quizás su hijo tenía, así que se puso a buscar en los cajones de toda la casa.

En el laboratorio encontró una sustancia muy llamativa. Sin saber que era un veneno muy potente que provoca alucinaciones, confusión temporal y un poderoso incremento del deseo sexual, la quiso probar. Primero la olió, después le dio un sorbo. Sintió el efecto inmediato y le gustó. No tardó mucho en decidir que una sobredosis de ese suero sería una buena forma de morir.

Minutos después, de la casa de Marimar y Jeremías Taylor salía la música de los Rolling Stones a todo volumen y fueron llegando ahí poco a poco, tres, seis, quince mujeres esculturales en minifalda, en shortcitos, con unos escotes por donde se asomaban unas tetas abundantes y deliciosas. Todas ellas, curiosamente, tenían los ojos rasgados.

Zacarías folló salvajemente no una, sino tres veces con cada una de ellas.

Cuando Jeremías y Marimar regresaron a su casa tuvieron que separar a las mujeres que se peleaban entre ellas por meterse en la erección del viejo que las había hecho gozar como nunca. Debajo de un mundo de nalgas, tetas y vaginas encontraron al veterano de guerra con una sonrisa diabólica. Al ver a su hijo y a su nuera, corrió a la azotea y desnudo se puso a brincar de casa en casa hasta que encontró dónde meterse.

Marimar abre las piernas permitiendo que Jeremías la penetre y después las entrelaza alrededor del tronco de él para sentir todavía más. Se retuerce de placer.

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