El descuartizador francés

La roja 26/02/2016 11:44 Ricardo Ham Actualizada 11:44
 

Joseph despertaba consciente de que su día no sería fácil, sus pesados días en ocasiones lo ataban a la cama,  con gran pesar,  sin nada en la mente se ponía de pie,  recordaba que debía salir a buscar esos “objetos” que satisfacían sus necesidades: algo qué comer, un poco de agua …y diversión.

Sin embargo tomar la decisión no era sencilla, el simple ritual de mirarse al espejo,  su propia imagen lo atemorizaba, repasaba  el reflejo, cada cicatriz le recordaba que el pasado fue real, la parálisis del lado derecho de su cara lo convertía en una especie de Jekyll y Hyde.

Al abrir la puerta no sabía qué era lo que más necesitaba, si el alimento o la diversión. Asegurándose de llevar consigo su inseparable cuchillo, simplemente  decidió buscar una víctima que le proporcionara ambos placeres. El francés Joseph Vacher solía comer y beber la sangre de sus víctimas.

Tras una infancia de miseria y limitaciones en su natal Isére, Francia.  Vacher intentó dejar  atrás  la  convivencia con sus 14 hermanos, su infancia en  los graneros,  donde llevaba animales para torturarlos y posteriormente jovencitas con las que sostenía relaciones y  golpeaba. El extremo llegó al ser señalado como responsable de la violación de un menor, por lo que fue  a prisión  a los 19 años de edad.

Tras su liberación, Joseph decidió enlistarse en el ejército francés para esas ansias que día a día presionaban su cabeza, sin embargo una terrible depresión que lo condujo a un intento de suicidio .

El amor tampoco funcionó para el asesino francés, después de su intento de suicidio, Joseph conoció a una joven a la que propuso matrimonio. Al recibir burlas como respuesta, le propinó tres certeros disparos para después realizar otro intento de suicidio al accionar el gatillo contra su cabeza, pero sólo  le dejó como secuela la parálisis del lado derecho de su rostro.

Tras dejar la milicia, Vacher se volvió indigente, deambuló por varios pueblos franceses donde cometió numerosos asesinatos. Todos los cuerpos mostraban  señales de ataque sexual, evidencias de habérsele extraído la sangre,  devorado entrañas y cercenado  órganos sexuales.

El deambular del asesino francés finalizó el 4 de agosto de 1897, cuando una de sus víctimas recibió auxilio en pleno ataque, sus captores lo llevaron a la policía, se le decomisó una bolsa con trozos de lazos con los que amarraba a sus víctimas y una filosa navaja que no encontró un nuevo cuello para degollar.

Una vez ante las autoridades, Joseph declaró con lujo de detalles los 11 homicidios cometidos, la condena lo condujo a la guillotina el último día de 1898. La ovación del pueblo no se contuvo al ver la cabeza del descuartizador rodar por el suelo. 

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