El asesino galante

La roja 20/01/2017 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:00
 

Le esfera multicolor giraba sobre todos los asistentes, parecía que las luces deseaban formar parte de la música y el baile que inundaba el lugar, las canciones eran coreadas por cientos de gargantas que buscaban en el alcohol algo con qué refrescarse, no importaba que el coro fuera en otro idioma, la piel igual se erizaba con la combinación del ambiente de esa noche.

Los asistentes sudaban y se movían al compás de la música, algunos aprovechaban la danza para acercarse y explorar el  cuerpo de su pareja en turno, la bebida y el ritmo se conjugaban para que completos desconocidos pudieran convertirse en amantes esa misma noche. 

Uriel se encontraba sentado en su mesa, la mirada recorría cada cuerpo que se movía en la pista, hacía varios minutos que centraba su atención en un pequeño vestido rojo, el escote en la espalda y las largas uñas acompañaban perfectamente a la portadora de la prenda, bastó un segundo para que las miradas se encontraran, un vaso en lo alto fue la invitación de la próxima copa que tomarían juntos, Uriel no despegó los ojos de la sonrisa de su acompañante, unas palabras al oído y la nueva pareja encaminó sus pasos a un sitio más privado, un lugar donde el rojo vestido se confundiría con la sangre de su portadora, Uriel Castañeda Chávez había vuelto atacar.

El sur del país se ha caracterizado por tener una importante presencia de asesinos seriales, mientras en otros estados el crimen organizado se ha apoderado de la tranquilidad de los habitantes, en el sur los asesinos seriales han aparecido constantemente. De los muchos problemas que tiene un estado como el de Chiapas, los homicidios de características seriales han aparecido constantemente.

Uriel Castañeda Chávez, albañil de tan solo 23 años de edad, inició el 6 de febrero de 2010 su carrera criminal, esa noche conoció a su primer víctima en un bar de Tuxtla Gutiérrez, un par de horas bastaron para que entraran juntos a un cuarto de hotel, una vez solos Uriel atacó con una navaja a su víctima ocasionándole heridas profundas en el diferentes partes del cuerpo, el atacante abandonó la habitación sin saber que no logró cumplir su cometido de dar muerte a la acompañante.

Pasaron diez días para que Uriel sintiera ese extraño impulso por matar, como siguiendo un manual, Uriel repitió paso a paso la fórmula que lo llevó a dejar sin vida a su segunda víctima; acudió la noche del 16 de febrero al mismo bar ubicado en carretera panamericana, colonia Plan de Ayala, consiguió contactar a otra mujer, tras consumir grandes cantidades de alcohol y cocaína decidieron terminar la noche con sexo casual, se adentraron a un hotel ubicado en quinta norte de Tuxtla Gutiérrez, en la habitación usó el mismo modus operandi, atacó a la mujer con un arma punzo cortante, le ocasionó heridas en el cuello que a la postre resultaron fatales.

El siguiente ataque se registró el 25 de marzo, el Bar Grillos fue mudo testigo de la trampa que el asesino en serie le tendió a su víctima, el alcohol y las drogas se acabaron, era momento de terminar la aventura, ésta vez Uriel cambió la estrategia, decidió experimentar con algo nuevo, ahora la vícrtima no perecería por heridas de armas con filo, sino que la ultimó asfixiándola con la sábana en la que minutos antes tuvieron relaciones sexuales, al abandonar el hotel la seguridad interna del mismo le exigió dejar la habitación junto a su acompañante.

Uriel logró darse a la fuga en ese momento pero elementos de la Procuraduría General de Justicia del Estado lograron aprenderlo. Uriel Castañeda Chávez finalmente confesó los dos homicidios y el intento de asesinato.

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