JUEVES DE TIANGUIS

26/03/2015 04:00 Mónica Ocampo Actualizada 01:29
 
Mónica Ocampo
La apariencia de una rosa no depende de la temporada, sino del estado de ánimo con que se le trate; por eso, María del Carmen Santibáñez les canta antes de acomodarlas en los recipientes de su puesto, ubicado en el tianguis de la Santa María La Ribera, los jueves.
 
 Aprendió la lección una vez que recién iniciaba su carrera como comerciante. Llegó al tianguis tarde y de mal humor por culpa de unos proveedores, pero lo peor fue cuando acomodó los ramilletes y se dio cuenta que todas estaban marchitas y dobladas del tallo. A partir de ese día, prometió no “hacer berrinches” para que sus flores luzcan frescas y con esplendor. 
 
Si a las rosas se les trata muy bien, María del Carmen asegura que pueden durar hasta diez días; al menos eso les dice a sus clientes, quienes varían conforme a la época del año, “en febrero vienen muchos novios, en mayo y Día de Muertos tengo muchas clientas que le compran rosas a sus mamás para festejarlas en vida o en el panteón”, comenta la vendedora.
 
Durante 45 años, en un espacio de poco más de seis metros, María del Carmen ha dedicado los mejores años de su vida a la venta de claveles, girasoles, orquídeas, gardenias, narcisos o los tulipanes, todo tipo de flores, según la temporada.
Ciertas flores pertenecen a una estación particular del año, por ejemplo, de febrero a junio —que es primavera—, los tonos pasteles son más abundantes; en verano, en los meses de junio a agosto, los colores son vivos y alegres. Mientras, en otoño, de agosto a noviembre, prevalecen los tonos tierra, castaños y anaranjados como la flor de cempasúchil; por último, de noviembre a febrero  —en invierno—, se dan los colores rojos, verdes y blancos intensos, como la flor de Nochebuena. 
 
 Además de flores, entre los pasillos del tianguis de Santa María La Ribera, ubicado en la calle de Ramón López Velarde, se conserva esa atmósfera de barrio antiguo, donde los comercios familiares se mezclan, como ocurre con Víctor Manuel González, quien lleva 30 años vendiendo chicharrón en este mercado sobre ruedas.
 
Su madre, Austreberta, inició el negocio, así que junto con sus cinco hermanos decidieron seguirle los pasos. Aprendieron de todo. Desde cómo se hace una salsa para ofrecerle un taco al cliente hasta cómo sancochar el chicharrón para dejarlo crujiente y sin un sabor salado, “es probable que la historia se repita con alguno de mis cuatro hijos”, comenta.
 
Cada semana compra media tonelada de cuero de puerco y cada jueves llega al tianguis con 20 kilos de chicharrón listo para venderse, “el puerco es muy noble, uno puede aprovechar hasta los sesos para preparar las quesadillas fritas. No se desperdicia nada”, bromea.
 
El antojo. Cada jueves, la calle  Ramón López Velarde cierra la circulación vehicular para transformarse en un corredor colorido y lleno de sabores.  Puestos de fruta, verduras, dulces, carne de alta calidad, artículos para el hogar, ropa, y sobre todo, mucha variedad gastronómica para toda clase de bolsillos. 
 
Al mediodía, el área de comidas se convierte en un restaurante improvisado con mesas al centro y manteles de plástico. Ante tanta variedad de antojitos mexicanos falta estómago. Aquí las quesadillas, las gorditas,  las tostadas, los huaraches y tlacoyos de doña Juana son los más solicitados por los comensales.
 
Doña Juana lleva más de 40 años vendiendo en este tianguis. Los nopalitos con cebolla y las salsas son el toque que asegura la pueden diferenciar de la competencia, “aquí todo se hace con amor”, presume.
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