VIANDANTE

19/02/2015 14:12 Mario Mejía Actualizada 14:13
 

Huellas de perro en cemento seco, corcholatas atrapadas en chapopote, chicles ablandados por el sol y sombras proyectadas en el suelo, son imágenes recurrentes si uno mira el camino que anda.

La sorpresa viene cuando esas visiones son alteradas por apariciones extrañas.

Al iniciar la semana encontré a mis pies en la esquina de Rosales y Avenida Hidalgo un registro sin tapa resguardaba algo poco común: dos gallinas muertas.

Busqué una explicación en el paisaje urbano y se me vino a la mente el cuento del pollito y la gallina que querían cruzar la calle, pero no, rectifico, no fueron atropelladas.

Luego pensé que a lo mejor una señora las traía en su bolsa de mandado y se le escaparon y tuvieron un trágico final, pero  tampoco me convencí.

¿Qué diablos hacen dos gallinas muertas en un cruce tan activo?

La respuesta llegó con dos jóvenes  que miraban el hueco como quien mira un acantilado.

“No mames, pinches gallinas, ni te les acerques, de seguro las usaron para hacer brujería. ¿No ves que no tienen cabeza?”, dijo uno.

Los chicos se marcharon entre frases alusivas a la magia negra, mientras yo viré la cabeza para volver a observar las gallinas detrás de la lente de la cámara y disparé.

“Híjole joven, esas cosas pasan bien seguido. Las ocupan y luego las tienen que tirar lejos de donde se hizo la maldá”, me dijo una señora que vestía mandil rojo mientras   yo miraba en la pantalla la imagen que me confirmó que las gallinas no tenían cabeza y me retiré  del lugar con mi duda disipada. 

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