ASESINOS SERIALES: “El cazador de niñas”

13/11/2015 04:30 Ricardo Ham Actualizada 14:22
 
Filiberto Martínez mantenía la mirada fija, pese al movimiento del lugar, él sabía exactamente dónde observar, los cuerpos iban y venían, se ejercitaban, bailaban, brincaban, sudaban, se abrazaban, competían, reían y se esforzaban, pero él seguía observando detenidamente. 
 
En su mente se imaginaba a sí mismo como un ave de presa, como si su paso por la fuerza aérea lo hubiera transformado en un predador humano. Cuando la víctima inició su despedida, Filiberto corrió tras de ella, los diminutos pasos de la presa no se comparaban con la zancada del cazador, las calles y los segundos eran devorados por las ansias del perseguidor, esa tarde nadie podría escapar de él, con el tiempo pudo perfeccionar la técnica, 4 ataques anteriores eran suficientes para actuar sin errores. 
 
Filiberto Martínez dio alcance a otra niña, la violó y asfixió con sus propias manos, al igual que lo hizo con las otras 3, de la misma manera que 3 mujeres adultas su sumaron a su lista de asesinatos de características seriales.
 
Se presentó una época violenta, a mediados de 2014, en la huasteca potosina cayó un segundo asesino en serie; 6 años atrás Alfredo Rubio González había confesado los asesinatos de al menos 7 jovencitas; un sexenio después en Tamuín, al centro de la huasteca potosina, los habitantes de la zona se volvieron a horrorizar, con la historia de Filiberto Hernández Martínez, de 43 años de edad, un ex subteniente de la Fuerza Aérea que tras salir de las fuerzas armadas consiguió ganarse la vida como instructor de karate. 
 
El llamado asesino de Tamuín fue acusado por la violación y homicidio de al menos 7 mujeres, 4 de ellas menores de edad y dos más cuyos cuerpos jamás fueron encontrados.
 
Las víctimas respondían a los nombre de: Itzel Romani de 11 años, Dulce Ximena Reyes de 9, Adriana Martínez de 13 y Eliehoenai Chávez Rivera. Todas fueron violadas y después estranguladas, según las propias declaraciones de Filiberto.
 
Algunas de ellas eran las propias clientas de Hernández en la academia de karate y zumba que dirigía. 
 
Los cuerpos de las chicas se encontraron con signos de tortura, el asesino los escondió en el predio La Puntilla, sobre la carretera a Tampico.
 
Pese a que de inicio solo le fue imputado el delito de posesión ilegal de armas, por lo que estuvo a punto de salir en caso de haber pagado una multa de 50 mil pesos, el asesino en serie de San Luis Potosí podría alcanzar una pena de hasta 125 años por el quíntuple homicidio. 
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