DE TODO UN POCO EN POLANCO

06/01/2015 05:00 Mónica Ocampo Actualizada 04:26
 
En medio de la diversidad cultural y el sofisticado estilo de vida por la gran cantidad de centros comerciales, museos y tiendas de diseñadores de prestigio, desde hace cinco décadas cada martes se coloca el tianguis de Polanco, entre las calles de Ejército Nacional y Homero. 
 
No es un tianguis pequeño. Además de encontrar los alimentos básicos para surtir el refrigerador, los más de 100 vendedores que lo conforman ofrecen toda clase de productos. Aquí cualquiera puede encontrar desde maracuyá, kiwis o cerezas, hasta trajes clásicos para caballero.
 
Uno de los productos que, sin duda, capta la atención a primera vista son los artículos domésticos de Miguel Antonio Cruz. 
 
En su puesto de menos de tres metros, existen desde manteles individuales para el comedor hasta botes para la ropa sucia de medio metro; todos hechos a mano con una delgada y flexible ramita que se desprende de los pinos. 
 
Don Miguel es originario de Donato Guerra, uno de los 125 municipios del estado de México que limita al norte con San José Villa de Allende y al sur con Valle de Bravo; sin embargo, sólo va a su pueblo cada 15 días para surtirse, pues mientras él vende, su esposa y sus dos hijos van al bosque a buscar el material y cuando logran llenar cinco costales de azúcar de esas hojitas, se van a casa para hacer todos los diseños a mano el resto de la semana. 
 
Así es como viven, de la naturaleza y del trabajo en equipo. Un esfuerzo que, a veces, no es proporcional a las ganancias económicas, pues lo más caro que puede vender son los cajones y botes de ropa en 800 pesos, pues si los da más caros la gente le regatea o de plano, no compra. “A veces hasta un portavasos de 40 pesos se les hace caro”, dice con desgano.
 
“No valorar el trabajo artesanal es una pérdida redonda, pues detrás de cada producto, hay una familia que vive de eso, sin embargo, en una ciudad donde hay mucha variedad de productos, al vendedor no le queda otra opción que ofrecer productos originales y a buen precio”, explica Miguel, mientras teje un mantel de mesa con las hojitas de pino secas.
 
El comercio fue el oficio que heredó de sus padres, quienes también se dedicaron a lo mismo, y aunque sus hijos también lo saben hacer, admite que prefiere que acaben sus estudios, “aprendieron de esto por mí, pero me gustaría que fueran profesionistas. El comercio te tiene que gustar, y aunque es muy bonito, también es muy sufrido, pero esto es lo único que sé hacer, así que procuro hacerlo lo mejor posible porque de aquí sale para todo”, concluye.
 
Manos que hablan . Irma Méndez Ortega tiene 13 años vendiendo ropa artesanal de diferentes partes de la República Mexicana. Durante 32 años, fue profesora de corte y confección en un deportivo de la Colonia Pensil, y eso le permitió emplear a sus alumnas, quienes hacían desde blusas para dama hasta vestidos de novia y primera comunión.
 
Sin embargo, una vez graduadas, cada una tomaba rumbos distintos y eso retrasaba a Irma, quien se quedaba sin mercancía para vender. Así que para solucionar el problema, decidió viajar cada 15 días a Chiapas de Corzo —de donde es originaria— para traer ropa tradicional bordada a mano.  
 
Después se fue a los estados de Guerrero, Aguascalientes, Tabasco, y por supuesto, Oaxaca, siempre con el objetivo de encontrar diseños de calidad, ofrecer una comisión a los artesanos que elaboran las prendas, para después vender su mercancía en la ciudad de México.
 
En su puesto hay prendas que van de los 250 hasta los dos mil pesos, algunos son hechos por niñas de Teopisca, Chiapas, de escasos recursos que desean seguir estudiando.
 
 “Los vestiditos para bebé y las blusas de dama las hacen las niñas, con la comisión que les doy compran sus útiles escolares y sus uniformes”, dice Irma. 
 
El sabor del caldo. En gastronomía, el tianguis de Polanco ofrece una gran variedad de opciones que se amoldan al paladar y al bolsillo del cliente. 
 
Al ser una zona de oficinas, Caldos de Gallina Polanco es una gran opción para alimentarse de una manera saludable y económica. 
 
El menú ofrece pollo en penca de maguey en presentaciones de un cuarto, medio o completo acompañados de arroz, frijoles y un pequeño caldo de gallina. Todo esto va desde los 50 a 200 pesos. 
 
También hay sopes, huaraches y enchiladas de mole de San Pedro Atocpan y Oaxaca. El lugar tiene diez años. El proyecto de negocio se le ocurrió a Efraín y Carlos cuando estudiaban la universidad en el ITAM. Pensaron en algo que ofreciera beneficios al cliente, pero que también creara fuentes de empleo, y la comida siempre es una buena opción, así que se asociaron y ahora son una especie de “Pepe y Toño” que han consolidado su proyecto empresarial independiente. 
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