¡Clarketazo!

05/08/2014 05:00 Mauricio Clark Actualizada 16:22

 

La televisión,  un espectáculo sin descanso

Nuestra vida, nuestra educación y nuestra manera de comportarnos se rigen por la televisión, nuestra amiga de siempre.

Hay sucesos que marcan a las  generaciones, hitos que generan cambios e inventos que revolucionan la manera en que vemos nuestra vida cotidiana. Para mi generación, la televisión como un elemento básico en nuestro día a día fue uno de los sucesos más importantes en mi niñez, calenturienta pubertad y adultez.

Recientemente tuve la oportunidad de ver una de las mejores películas que mis chilangos ojos han podido apreciar: El show de Truman. La historia gira en torno a "Truman Burbank", un trabajador de seguros cuya vida entera es transmitida 24 horas continuas en todo el mundo a manera de un reality show; el único detalle es que él no lo sabe.

Nominada a tres premios de la Academia, El show de Truman nos muestra a manera de tragicomedia lo que ya sabíamos desde siempre: el hecho que todos los seres humanos aceptamos la realidad que se nos presenta y que todo aquello que no vive a través de la televisión no existe o deja de hacerlo.

Desde que nacemos, crecemos en un set que nos hace creer que nuestra realidad es la ideal, sea cual sea. Nuestra memoria RAM comienza desde cero y poco a poco la información comienza a fluir (ya sea buena o mala) para generar un disco duro lleno de ideas, prejuicios, miedos y hasta sueños que vamos descubriendo conforme vamos creciendo.

Me queda claro que la televisión no educa, entretiene; sin embargo,  en una sociedad como la nuestra este medio de comunicación posee la mayor penetración que cualquier otro. Esto lo hace el medio más influyente en nuestra vida.

Sumado a esto, aprendemos de la vida misma a través de lo que oímos, vemos y hasta olemos en todo nuestro entorno (eso explica por qué me gusta tanto la pancita y el olor de los tacos de suadero).

La vida misma es una puesta en escena que no tolera equivocaciones; es mediante los trancazos que sabemos cual ruta seguir o cual camino tomar y no hay segundas oportunidades. Aprendamos a valorar lo que vivimos, los minutos sin ensayo y los aplausos recibidos porque muchas veces el telón de nuestra existencia se cierra sin que escuchemos la tercera llamada.

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