VARIEDAD EN LA NÁPOLES

05/02/2015 04:30 Mónica Ocampo Actualizada 04:01
 
Irma y Mary saben que hay tres formas para resaltar la belleza femenina: las pestañas, las cejas y las extensiones, así que desde hace cuatro años se dedican a cambiar la expresión de los ojos y estilo de cabello de las clientas que acuden los jueves al tianguis de La Nápoles.
 
Cada ocho días, las mujeres que recorren las calles de Nueva York y Alabama en la Ciudad de México, saben que además de realizar las compras de la semana, en ese puesto desarmable de cuatro por cuatro, pueden darse un tiempo para su arreglo personal.
 
Para las dos socias, la cara refleja “todo” lo que una mujer esconde en su interior. Si está de mal humor o deprimida, el rostro es el primero en mostrarlo, así que ellas siempre están dispuestas a ofrecer cambios que hagan ver a la persona diferente, “con cualquier detalle siempre se nos sube el ánimo ¿no?”, bromea Irma mientras le coloca pestañas postizas a una clienta.
 
Detalles que no requieren mucha inversión económica, pues a diferencia de los salones de belleza de esa zona, en el puesto de Irma y Mary sólo se necesitan 600 pesos para hacerse “hojalatería y pintura completa”, dicen en broma.
Para aquellas que no acostumbran maquillarse, las pestañas postizas colocadas una por una, así como un delineado de ceja “abre los ojos y cambia la expresión”, explica Mary.
 
En estos cuatro años, ambas aprendieron a trabajar bajo las restricciones del clima. Para evitar la lluvia o el sol excesivo tienen una lona, si necesitan calentar cera para depilaciones encienden una pequeña parrilla con el vecino de los discos, “sabemos que no podemos ofrecer la comodidad de una estética, pero en lugar del cafecito o un buen sillón, sí ofrecemos un trabajo de calidad”, agrega Irma.
 
El perfil de sus clientas es tan diverso como el tamaño de las pestañas postizas que coloca. Desde niñas de secundaria que juntan sus domingos para “depilarse el bigote”, hasta señoras de 70 años que desean remarcarse la ceja. 
 
Además de ser socias, Irma y Mary también son familiares. La tía y la sobrina salen de su casa de Iztapalapa cada jueves a las seis de la mañana. A veces llegan en taxi, en Metro o “por aventones de compañeros que también son sus vecinos”, de ahí la importancia de que todo sea desarmable para acomodarlo en bolsas grandes.
 
Carne de calidad. Miguel Mata Alvarado, es uno de los vendedores más veteranos del tianguis de los jueves en las calles de Nueva York y Alabama en La Nápoles. Aprendió el oficio de carnicero gracias a su abuelo, quien inició este negocio que ha perdurado por cuatro generaciones continuas, “ahora me toca traer a mis nietos”, dice sonriente.
 
Cuando el padre de don Miguel estaba al frente del negocio, las clientas podían comprar carne de res en menos de 50 pesos; sin embargo, ahora el costo se triplicó, “la carne es como la gasolina, cada mes sube centavo tras centavo”, comenta resignado. 
 
Descuartizar una res completa puede ser lo menos complicado en la vida de un carnicero. Digamos, que en este oficio la plática puede superar hasta el mejor corte de carne. Don Miguel asegura que saber despacharle a las clientas es aquello que lo ha mantenido vigente por más de cinco décadas en este tianguis, “puedes traer la mejor carne, pero si ni siquiera saludas ni las moscas  se te paran”.
 
Cada ocho días, don Miguel compra en San Juan y Canal del Norte, un canal de 130 kilos, la mitad es para su negocio y el resto para la carnicería de su hijo. Recuerda que hace diez años también compraba más de cinco puercos; sin embargo, ahora sólo lleva dos “lomitos y piernas”, pues las ventas han bajado mucho, “llegué a vender el kilo de espinazo en cinco pesos, pero ahora cuesta 50. La carne cada día es más cara, por eso mucha gente prefiere ser vegetariana”, comenta con resignación.  
 
La recomendación. Aunque es muy difícil elegir un lugar debido a la gran variedad de antojitos que existe en este tianguis —carnitas, quesadillas, ensaladas, tacos de guisado, tacos—, la barbacoa de Rosa Juárez Hermenegildo siempre es una buena opción.
 
Además de los tacos tradicionales y consomé, hay también banderillas de buen tamaño y a muy buen precio. 
Esta barbacoa tiene un sabor a leña y una consistencia suave como mantequilla. La traen de Capulhuac, un municipio ubicado en la zona centro del Estado de México.  Cada ocho días, llevan unos tres borregos de 25 kilos para que la clientela quede con el estómago satisfecho, con menos de cien pesos.
 
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