OBJETO DEL DESEO: “Nos penetramos los tres”

02/12/2015 05:00 Anahita Actualizada 14:08
 

“Él chupaba dos pares de senos y nosotras nos turnábamos en el oral de ese pene que en cada succión se contenía para no eyacular”

 Las fantasías no eran su fuerte; ‘M’ imaginaba que Brad Pitt le hacía el amor en la playa y ‘P’, que Sofía Vergara lo llevaba a una azotea para estamparla penetrándola contra un tinaco. 

Todo era sexo moderado y complaciente como para quienes llevan 10 años de casados. El aburrimiento era imperceptible; sin embargo, en plática amena, se les notaba resignados. Entre tragos en un bar, mis amigos me narraban su reciente recorrido por Chiapas, tomando ‘selfies’ con rostros felices y enamorados.

—Y ¿qué tal la pasión? —les pregunté—; con esos escenarios, seguro cogieron como en plena luna de miel…

—Terminábamos cansados y casi siempre llegábamos a dormir —respondió él, viéndola de reojo en son de reproche. Ella ni se inmutó con la indirecta y siguió contando el viaje.

Cuando ‘P’ se levantó para ir al baño, ‘M’ aprovechó su ausencia y me confesó que le tenía un regalo de cumpleaños. Así, a bocajarro, me pidió que la ayudara, recordando que alguna vez le dije que yo podría ser la “unicornio”, o sea, la tercera en “concordia”, de alguna pareja guapa... Como ellos.

—Creo que no estamos tan mal como para que nos eches una mano… o las dos y todo lo que tengas para ofrecer. Al sugerirlo, se ruborizó y sonreía como esa colegiala a quien le piden que se levante la falda para dejar ver sus braguitas en el baño de hombres de la secundaria. Yo también. ‘P’ regresó y le platicamos la propuesta.

Feliz cumpleaños. Al abrir la puerta de su casa, un olor a incienso me recibió y al adentrarme en la sala, vi que ella servía un gin & tonic mientras daba un sorbo de vino blanco, enfundada en unas medias de red, lencería de encaje negro y subida en unos tacones plateados; hermosa, voluptuosa. Él, sentado en el sofá con un vaso jaibolero casi vacío, se notaba nervioso, pero ansioso, cubierto con una bata azul marino y bóxer de cuadritos, viril, indefenso y muy antojable para las dos. Con pasos seductores, ‘M’ se sentó a su lado estirando la copa de bienvenida hacia mí, el cual recibí rozando sus dedos como el disparo que anuncia el arranque de la carrera cumpleañera.

El desenfado nos invadió a ambas y cuando empecé a comer la femenina boca granate y carnosa, él no tuvo otra opción que meter su mano en los calzoncillos y comenzar la fricción de su miembro ya erguido desde que llegué. Ellos seguían relajadamente sentados, y yo, privilegiada, decidía con quién empezaría la contienda a la vez que me deshacía de mi blusa; me paré frente a la anfitriona, le pedí que bajara mis jeans y me monté sobre sus piernas, quitándole el brasier para continuar el festín en sus pezones rosados, ella respiraba extasiada, cumpliendo así la fantasía de todo hombre viendo a dos mujeres en plena acción, lujuriosas. ‘P’ no dejaba de darse placer, contemplándonos con ojos desorbitados. 

Aún no se atrevía a participar y tomé su mano consentidora para ponerla en mi trasero, me levanté un poquito y lo invité a que me zafara la tanga; hice lo mismo con la de mi cómplice sexual.

De su pecho, fui bajando con mi lengua hasta su vientre y al estacionarme en su ombligo, como coito interrumpido, volteé a ver al festejado que estaba expectante a que yo llegara hasta el pubis; tomé un trago de ginebra para mojar sus labios resecos de tanto jadear y lo besé incontrolable. Como amazona al vuelo, cambié de montura bajándole los bóxer y él metía un dedo en mi vagina; después bajé a su falo, lamiéndolo mientras sacaba el condón y lo coloqué con mi boca. Me clavé en él y empecé a cabalgar observándola a ella, que bebía de su copa, amasándose los pechos y dibujando círculos en su clítoris correspondiendo la mirada.

Nos fuimos a la cama y ahí, no sabíamos cuál era el cuerpo de quién, y en vanos intentos por distinguirnos, nos interrumpían las bocas, las lenguas, las manos; las pieles se deslizaban unas con otras y nos penetrábamos por igual. Él chupaba dos pares de senos y nosotras nos turnábamos en el oral de ese pene que en cada succión se contenía para no eyacular, pues decía que no quería que acabara la noche. 

Así, aunque extremadamente excitada, sigilosa dejé que sus cuerpos se encontraran y empezaran un ritual que ahora era nuevo e hicieron el amor salvajes y orgullosos de que sólo ellos se pertenecían sin compartirse con nadie. 

No sé si lo notaron, pero salí de la habitación admirando a esa pareja que había roto el convencionalismo. 

Hay unicornios que viven en las fantasías hechas realidad de quienes vuelven a encender sus instintos y la pasión que se quedó en el recuerdo del sexo de los primeros días. Esa madrugada, me había convertido en el objeto de sus deseos.

Me paré frente a la anfitriona, le pedí que bajara mis jeans y me monté sobre sus piernas, quitándole el brasier para comerme sus pezones rosados.

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