Jesús, mucho más que un profeta

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(Foto: Archivo, El Gráfico)

Al día 06/10/2019 11:50 Yohanan Díaz Vargas Actualizada 12:53
 

Si nos atenemos a los relatos bíblicos, Jesús de Nazaret fue mucho más que un profeta; también fue un mago que obró milagros. Más que interpretar estos prodigios como episodios aislados, los teólogos suelen considerar estas facultades mágicas como la prueba palpable de lo que el Hijo de Dios había venido a anunciar, como refuerzo de su misión divina, de ese mensaje de salvación que predicó durante su vida pública. No interpretan a Jesús como un dotado psíquico, sino como un mesías que cura a enfermos y multiplica el pan para engrandecer su mensaje redentor.

Cuenta el evangelio de San Marcos en uno de sus pasajes: “llegado el atardecer, le llevaron todos los enfermos y endemoniados, y toda la ciudad se reunió a la puerta; curó a muchos pacientes de diversas enfermedades y echó muchos demonios”. 

sanador. Jesús tenía fama de sanador de endemoniados, leprosos y paralíticos. Una de las curaciones más conocidas que se le atribuyen es la de un ciego al que sanó poniéndole su saliva en los ojos, técnica que, según los historiadores, usaban otros magos de la época, pues creían que tanto la saliva como la acción de escupir, tenían poderes mágicos.

Según San Lucas, a Jesús le acompañaban en sus viajes de predicación “algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades”. A Jesús no sólo se le atribuye la capacidad de exorcizar, también se piensa que con sólo invocar su nombre se alejan los malos espíritus. 

En los Hechos de los Apóstoles podemos leer: “Tentaron ciertos judíos exorcistas que andaban girando de una parte a otra, el invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús, diciendo: ‘Os conjuro por aquel Jesús, a quien Pablo predica”.

Uno de los milagros más conocidos de Jesús es la resurrección de su amigo Lázaro, que llevaba varios días muerto, y también la de un joven en mitad de su entierro, o el caso de la hija de un jefe de la sinagoga, a la que le devolvió la vida, tras tomar su mano y decir: “talitá, cum”, “muchacha, a ti te digo, levántate”.

Tampoco podemos olvidarnos de su supuesta capacidad para dominar la naturaleza. Se cuenta en la Biblia, por ejemplo, que una embarcación donde viajaba junto a sus apóstoles estaba a punto de naufragar y que Jesús se levantó, increpó a los vientos y provocó una gran calma. Igualmente, los evangelios narran que podía caminar sobre las aguas, provocar pescas milagrosas, multiplicar el pan o convertir el agua en vino.

Se hacía invisible

Más desconocidas son otras facultades que se atribuyen a Jesús de Nazaret, como hacerse invisible. Lo da a entender San Juan en su evangelio, donde dice: “procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos”. Igualmente, san Mateo nos habla de su capacidad para conocer los pensamientos de los demás: “Y Jesús, sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá”. 

Cabe destacar que los evangelios atribuyen a Jesús unos 200 milagros, y San Juan añade un misterioso pasaje: “muchas otras señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.

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