El lado oscuro de la música

Gil Barrera

OPINIÓN 16/11/2020 14:44 Gil Barrera Actualizada 21:24

La función de las editoras en el mundo de la música es muy sencilla, se encargan de canalizar el trabajo de los compositores para que los cantantes las incluyan en sus grabaciones y cuidar que la recaudación por tocadas sea la correcta, es decir, hacer eficiente el proceso administrativo de un tema musical.

La labor aparentemente es sencilla, ya que parece que los responsables de este proceso sólo llevan a la mesa de los intérpretes la canción para que la escuchen, lo convencen de grabarlo y cobran. 

Sin embargo, el proceso también podría verse tocado por la corrupción, pues muchos cantantes solistas y agrupaciones buscan llevarse una tajada en el pago de las regalías del tema, mediante la llamada coautoría. 

Por ello, hay ciertas estrellas, productores o programadores de radio que, a pesar de que nunca han tomado un curso de composición musical, les fluye de la noche a la mañana la creatividad y se vuelven prolíficos compositores de los grandes éxitos, presuntamente, a cambio de tener una participación al momento de la recaudación que dio el tema.

 El caso de corrupción de algunos programadores de radio es muy particular, pues se sabe que principalmente los que se alojan en Estados Unidos son quienes pueden ayudar a cuadrar un éxito en la radio, siempre y cuando los pongan como “genios creativos”.

El método de negociación es similar al que tuvo la llamada ‘payola’ en el siglo pasado, sabes que es como el Sancho, existe, pero nadie lo ha visto. De hecho, nadie se atreve a decir quién o cómo, pero es un hecho que mucha de esa lana llega a algunos de los que ponen las canciones en el espectro radial. 

Subrayo, NO TODOS operan de esa forma, pero es un hecho que los casos son cada vez más evidentes. La majestuosidad del estilo de vida de algunos programadores no es proporcional con lo que ganan. Por ejemplo, hay una leyenda urbana que cuenta que la mujer de un ejecutivo musical tiene millonarios ingresos anualmente y que por su ‘astucia’ en el proceso, no han sido detectados abiertamente. Aclaro, es leyenda y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. 

 Lo que sí es un hecho es que este ejercicio de inflar a los creadores para que un tema funcione, es una triste pena para la industria en la que, aparentemente, también hay una mafia del poder, cuyos nombres e historias comenzarán a salir en redes, un Me Too para transparentar el mundo de la música y señalar a quien cayó seducido ante la corrupción. 

GRACIAS A USTEDES, llegamos a la columna 200. 

Nos leemos la próxima semana, aquí donde quizá hablemos de ti. 

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