Sale al campo del BBVA con todos los asistentes, se hace notar y protagoniza el previo del partido. Habla por teléfono, hasta se da tiempo de reclamarle a un periodista; manotea, porque le molestó que Luis Castillo —en su columna en el diario ‘Récord’— haya publicado lo que gana un árbitro.
Luis Enrique Santander es la muestra más palpable de la crisis del arbitraje mexicano. Más preocupado por ser el centro de atención. Las decisiones tomadas son correctas, pero hay una en especial que muestra la cobardía para estar en medio de una final como el juez principal.