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"Voy abriendo plazas en EU para construir mi legado": La historia del Hijo de Fishman

La clave, presume, “es no aferrarme a ser como mi papá. Para empezar no luchamos en tiempos similares, muchos me dicen que tengo su parado en el ring, pero ser hijo de leyenda no es garantía”

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Archivo: El Gráfico

Deportes 12/10/2019 15:05 Gabriel Cruz Actualizada 15:05
 

Una maleta suele ser la fiel compañera de un luchador profesional. Y en casos como el del Hijo de Fishman, lo han acompañado en cientos de aventuras tanto en México como en Estados Unidos, territorio en el que su nombre pesa tanto como el de cualquier esteta de origen azteca que pisa sus cuadriláteros.

En México, el personaje de Fishman es garantía de calidad, pero para el júnior no es tan sencillo su andar por los enlonados, “es un reto y no un peso. Porque desde que empecé se dieron las comparaciones, ya son 10 años de haber recibido el legado. Fue algo que me confió desde pequeño. Al principio había trabas, los viajes eran duros con tal de abrirme camino, fue una forma de demostrarme que podía”.

La clave, presume, “es no aferrarme a ser como mi papá. Para empezar no luchamos en tiempos similares, muchos me dicen que tengo su parado en el ring, pero ser hijo de leyenda no es garantía”.

Su padre labró su carrera ligado a las mejores empresa, él no ha seguido esa opción, “hay pros y contras en ser independiente. La ventaja es que puedes luchar sin restricciones pero la desventaja es que lejos de una empresa no todo mundo te conoce. Es por eso que trabajo mucho en Estados Unidos, abriendo plazas y es un orgullo”.

Un territorio en el que la nostalgia manda, “porque la mayor parte de la afición de allá lleva en EU más de veinte años, dedicados por completo al trabajo. Los niños se emocionan mucho con los luchadores mexicanos. He vivido de todo, alguna vez, un niño en Nueva York llevó un dibujo del tatuaje que tengo en el brazo izquierdo, lo plasmó tan exacto que me conmovió”.

PASIÓN Y RESPETO. El Hijo de Fishman creció viendo a su padre regresar a casa con la máscara ensangrentada y hecha trizas, trofeos que cuando podía guardaba como grandes tesoros. “La máscara era mí todo, de mi ídolo, ver a mi papá enmascararse me emocionaba. Cuando iba a luchar lejos le pedía que me trajera los programas, con eso me imaginaba sus luchas y alimentaba mi amor y respeto”.

Una vez le trajo un programa de San Luis, donde enfrentó al Perro Aguayo, “aunque no me tocó vivir la gran época de su rivalidad, pensar tan solo que se enfrentaron me ponía nervioso. De niño veía los videos de mi papá y debo ser sincero, me caían muy mal los Villanos, porque se daban unos buenos agarrones. Una vez entré al vestidor de la Arena Coliseo y no quería saludar al Villano IV, me caía muy mal”.

El destino premió su pasión poniéndolo frente a frente contar muchos de los grandes enemigos de su padre, “he tenido la fortuna de luchar contra Villano III, él me apadrinó en la Arena Naucalpan; también he tenido duelos contra Chicana en los que hemos terminado bañados en sangre. Canek, El Rayo de Jalisco, El Satánico y Lizmark, todos grandes”.

Y el reto más reciente tiene el nombre del Hijo del Santo, “lo veía como alguien intocable y ahora tener una rivalidad es muy importante. No sé hasta dónde llegue, voy con todo”.

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