Reinventar la vida

Juan Reyes, el mexicano que buscará su quinto oro en paralímpicos de Río

En medio de la desilusión de la delegación mexicana en Brasil, va por su quinto oro en la misma prueba en los Paralímpicos

Juan Ignacio Reyes >>> Foto: Ariadna Montoya

Juan Ignacio Reyes >>> Foto: Ariadna Montoya

Deportes 11/08/2016 12:51 Gabriela Sánchez Actualizada 14:50
 

La palabra reinventarse no existe en el diccionario de la Real Academia Española, pero Juan Ignacio Reyes la ha  convertido en su modo de vida.

Lo hizo cuando a los cinco años le amputaron  ambos brazos y la pierna izquierda debido a la enfermedad llamada púrpura fulminante y tuvo que aprender de nuevo a escribir, a agarrar una cuchara, a guardar sus juguetes, a sostener un teléfono.
 
También en el momento en que la natación dejó de ser una forma de rehabilitación y se transformó en disciplina  desde sus 14 años para convertirse en multimedallista.
 
Hoy, a sus 34 años, experimenta otra reinvención: la del paso del chico que se ha mantenido 16 años como campeón paralímpico en los 50 metros dorso al del atleta maduro que desea ganar su quinto oro consecutivo en una misma prueb en sus quintos Juegos Paralímpicos antes del retiro.
 
 
Un logro que no  ha conseguido ningún atleta en la justa veraniega y que podría alcanzar un hombre al que la discapacidad sufrida en su infancia no lo detuvo jamás.
 
EL PROCESO DE RENACER. “¿A poco ya no vamos a ir a balnearios, al parque?”, se preguntó la señora Socorro González cuando su hijo Juan Ignacio perdió tres extremidades a causa del púrpura fulminante, una bacteria que infecta la sangre y se manifiesta como gangrena.
 
Entonces lo ingresó a clases de natación, en la Clínica 23 del Seguro Social, para que recuperara su movilidad, supiera mantenerse en el agua y se integrara a la vida social.
 
“Mi madre tomó la natación como un medio de rehabilitación. Nos decía: ‘Si queremos ir a la alberca, ¿ya no vamos a ir porque Juan se va a sentir mal de ver a los niños nadando, jugando? Mi hermana menor, Karla, tenía meses de nacida y Gina Paola, la mayor, siete años, y mi mamá pensaba que qué culpa tenía la familia de no hacer las cosas que les gustaban sólo porque yo no podía”, relata el medallista olímpico sentado en su silla de ruedas en su hogar, mientras acaricia a Canela, su perra inseparable.
 
 
 
Así aprendió no sólo a nadar, sino hasta a patear un balón, gracias a su prótesis. “Me gustan todos  los deportes. Practiqué futbol, pero sólo recreativo, en el parque, con los primos”, recuerda, escoltado por una vitrina repleta de preseas.
 
Juan aprendió de nuevo a hacerlo todo  con ayuda de su madre, su padre Juan Reyes y sus hermanas. “Mi familia  aprendió a sobrellevarlo, a reinventarse  y a renacer. Yo, a hacer las cosas sin brazos. Todo fue con la práctica: desde agarrar un lápiz con el hombro o con la boca, hasta tomar una cuchara para comer.
 
En la casa ayudo a mantener mi lugar de estudio limpio, recoger mis libros,  mi computadora”, comparte el licenciado en Mercadotecnia, profesión a la que piensa dedicarse cuando se retire de la natación.
 
Juan afirma que “tengo recuerdos muy vagos de cuando me pasó lo de la discapacidad. No extraño mis brazos, llevo 30 años sin ellos y creo que es un proceso de renacer, de reaprender a hacer las cosas”.
 
Su hermana Karla, desde niña, sufre artritis reumatoide juvenil y usa silla de ruedas. A pesar de las enfermedades de sus hijos, la señora Socorro aleja la autocompasión y saca la valentía.
 
“No podemos quitarles la oportunidad de vivir. El aprendizaje es mutuo, ellos nos enseñan y nosotros a ellos. Pensamos sólo en el día de hoy, no todos tienen la oportunidad de vivir y ellos quieren hacerlo”, afirma.
 
“Lo que sí les digo siempre es que lo que empiezan lo tienen que terminar”, abunda, y con esa filosofía de vida Juan Ignacio logró convertirse en campeón mundial  y paralímpico, entre otros logros. Y Karla, en  diseñadora gráfica.
 
 
 
POR EL PENTACAMPEONATO. La próxima meta del tritón mexicano  es buscar en Río 2016 su quinta medalla de oro en los 50 metros dorso, en sus quintos Juegos Paralímpicos en fila.
 
“Es algo por lo que he luchado. Me han dicho que soy el único que podría lograrlo, pero  yo no me siento el mejor porque sé que hay muchos que están superando  sus metas también. Disfruto mucho esta oportunidad de ganar una quinta presea consecutiva en una misma prueba, aunque son muchos años siendo el campeón y eso aumenta la presión”, se sincera Juan Ignacio.
 
En la historia del olimpismo, pocos pueden presumir cinco oros en cinco justas seguidas. Un caso es el  del remero británico Steve Redgrave, quien subió a lo alto del podio en Los Ángeles 1984, Seúl 1988, Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000, pero en dos pruebas.
 
“Me llena de orgullo ir a unos quintos Juegos Olímpicos, para mí lo más importante es disfrutarlos como si fueran los primeros. Esa emoción y  mi experiencia para manejar los nervios me ayudan  a sacar resultados”. 
 
Su cuerpo, revela Juan, “tiene aún fuerza y velocidad. No sé si me alcance para los juegos de 2020; estando en Río sabré si voy a los siguientes”.
 
Sabe que a sus 34 primaveras la competencia es difícil. Por ello, su entrenamiento consiste en nadar diario 10 kilómetros, además del trabajo de pesas. Todo para dar batalla a la nueva  generación de tritones, como el ruso Roman Zhdanov, de 17 años, quien en el Mundial de Natación  en Glasgow, Escocia, se apoderó del oro e impuso nuevo récord de 43.52 segundos en los 50 metros dorso.
 
 
 
 
“Tengo rivales más jóvenes con mucha hambre de triunfo y eso es complicado de vencer. Es un ciclo que tiene que pasar. Cuando yo tenía 16, quité del podio a competidores que estuvieron mucho tiempo arriba. Ahora es al revés”, reflexiona.
 
“Me da nostalgia porque me acuerdo de mis primeros juegos y triunfos. Pero ya todo lo que hice, lo que gané, lo que no gané está en mi historia personal y estoy muy satisfecho”.
 
Así, Juan Ignacio le ha dado algo más que medallas a México: “Muchos  me dicen que soy un ejemplo, que gracias a mí empezaron a hacer deporte. He hecho las cosas que más  porque es un objetivo personal, porque la  gente que me apoya y porque mi motivación es cada día ser diferente, sonreír y verle la cara buena al mundo”.
 
A veces, confiesa, se siente cansado, pero su tesón es mayor: “Digo: ‘Debo entrenar porque sé que el beneficio será mayor, pues daré una alegría a quienes me rodean”. Y anhela que la próxima felicidad que brinde sea ese quinto oro paralímpico en fila.
 
 
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