De futbol y otras alegrías

OPINIÓN 30/06/2014 05:00 Actualizada 05:00

Ni es maldición ni es un problema mental: sólo se perdió un partido de futbol que, por lo demás, fue muy bien jugado. Con Holanda nos pasó lo que a Chile con Brasil. Nos metieron un gol más y perdimos el partido en buena lid. Nada más. Eso ni nos hace unos perdedores frente a la vida ni acaba con el país. Nos priva, eso sí, de una alegría colectiva producto de un juego, a la que todos tenemos derecho y que, a no dudarlo, algún día disfrutaremos.

Como aficionado al futbol veo mundiales desde Gran Bretaña 66, cuando el respetado periodista deportivo Manuel Seyde bautizó al equipo, por su decepcionante desempeño, como los ratoncitos verdes. De entonces a la fecha, sólo dos veces se consiguió pasar a la fase de cuartos de final. Las dos siendo el país sede del campeonato: en el inolvidable México 70, torneo en el que El Tri avanzó directo desde la fase de grupos porque por el número de equipos en competencia no había octavos de final, para después ser derrotado por Italia en la Bombonera de Toluca; y en el divertidísimo México 86 cuando en octavos le ganamos a Bulgaria, pero en cuartos perdimos ante Alemania en un trepidante partido jugado en Monterrey que se resolvió por la vía de los tiros penales.

Vinieron después Italia 90, donde no participó el equipo mexicano por el vergonzoso caso de los cachirules; Estados Unidos 94, donde también nos quedamos en la fase de octavos al perder, en penaltis, contra Bulgaria; Francia 98, donde nos pasó con Alemania algo muy parecido a lo ocurrido ayer: ganábamos el encuentro 1-0 y los germanos nos empataron para que, faltando unos minutos para el alargue a tiempos extras, un error defensivo nos llevó a la derrota; Corea-Japón 2002, donde Estados Unidos nos dejó en octavos de final: Alemania 2006 contra Argentina, cuando un golazo genial de Maxi Rodríguez, anotado en el segundo tiempo extra, nos cortó las alas; y Sudáfrica 2006, donde otra vez Argentina nos dejó en fase de cuartos.

Si nos atenemos al avance conseguido en los campeonatos, el mejor equipo mexicano es el de México 86 al mando de Bora Milutinovich. Ese equipo logró cosas sobre todo por el esfuerzo de sus individualidades.

Pero si nos atenemos al juego colectivo, solidario, con una idea futbolística clara, con el equipo bien plantado atrás, enfrentando a los rivales al tú por tú y con magníficos resultados en la fase de grupos, el mejor debe ser éste de Brasil 2014 comandado por Miguel El Piojo Herrera.

Fiel a su idea futbolística, el equipo se puso al frente con un gran gol de Giovani Dos Santos y no se echó para atrás para defender esa ventaja por la mínima diferencia. La reacción holandesa fue la que lo hizo retroceder unos metros, sin que atinara a recuperar el balón como tan magistralmente lo había controlado durante el primer tiempo. El acoso naranja dio lugar al gol del empate. Luego vino la marcación de un penalti que no fue cometido en tiempo de compensación, según se aprecia en las repeticiones. El árbitro, a no dudarlo, influyó en el resultado del partido de lo que, por cierto, no tiene la culpa Holanda. Pero ese penalti no era tal, según se lo comentó el propio holandés Robben al capitán mexicano Rafa Márquez.

Nos quedamos pues con las ganas de disfrutar de una alegría colectiva, producto del futbol que tanta falta le hace a este atribulado pueblo. Pero no sólo del deporte pueden esperarse alegrías colectivas. Hay muchas otras que podrían darse en diversos ámbitos.

Qué tal, por ejemplo, la que podría darnos ganar en una reivindicación social o en la defensa de un determinado proyecto de país. Qué tal alegrarnos si como ciudadanos conseguimos, solidarios, que se nos consulte respecto a la validez y constitucionalidad de la reforma en materia energética. Qué tal si convencida, como parece estar la mayoría, de que no es el mejor camino para el país entregar petróleo y renta petrolera, logramos revertir esas reformas.

No hacerlo implicaría, ahí sí, una derrota con severas implicaciones para el país, mientras que defenderlo y ganar, sería también una alegría colectiva. Quizás tan grande o más que el avance de la Selección en un campeonato mundial.

Decía la genial Mafalda de Quino al bajarse del columpio: “Como siempre, apenas uno pone los pies sobre la tierra se acaba la diversión”. Y sí, así es la vida, pero no veo por qué no disfrutar al máximo mientras te diviertes en el columpio y, después, ya con los pies en la tierra, luchar para hacer posibles las alegrías personales y colectivas. Gracias, por lo pronto, a todo el equipo por su gran desempeño en Brasil 2014.

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