Dolorosa lección

Rodolfo Rosales

OPINIÓN 30/05/2017 10:38 Rodolfo Rosales Actualizada 10:38

Daniel aprendió a respetar a su pasaje y a ser un mejor taxista, gracias a un dolor de muelas, que le salió más caro que una dejada de La Villa a Santa Fe

Nuestro amigo se comunicó para contarnos una historia que realmente nos sorprendió por la lección que le dejó.

“Hola, ¿aquí puedo contar mi historia de taxi?” Se le dijo que sí.

“Gracias, mire, yo compro El Gráfico todos los martes para leer lo que cuentan mis compañeros y me divierto mucho, por eso me atreví a llamarle para contarle la mía”.

“Mire, yo trabajo de noche, porque es cuando uno puede poner la tarifa tres o cobrar precio pactado y la verdad admito que hasta hace ocho meses era un taxista encajoso”.

“Una vez, llevé a un señor a su casa, estaba tomado y no tenía dinero. La dejada salía en más de 100 pesos, pero yo le pedí 300 porque le dije que podía vomitar mi coche y otras cosas; entonces me dijo que me daba su reloj y lo acepté porque era fino y valía más de mil pesos”.

“Pero el servicio que me dejó marcado y que hizo que cambiara mi forma de ser fue cuando llevé a una persona que me dijo que el taxímetro marcaba muy rápido y yo le respondí de mala manera que estaba verificado, que le había puesto la tarifa tres, porque ya era la una de la mañana”.

“El señor me aclaro que siempre utilizaba taxi a esa hora y aunque también le ponían la tarifa tres, no cambiaba tan rápido”.

“La verdad, es que mi taxímetro traía ‘ratón’, un truco para que marcara más en menos tiempo. Yo me sentí descubierto, pero me hice el ofendido ‘mire, si cree que lo estoy robando si quiere aquí lo bajo y págueme lo que crea conveniente y asunto arreglado’ y me le quedé mirando por el retrovisor”.

“Pero como ya era noche el pasajero se aguantó y al llegar a su casa me pagó lo que marcó el taxímetro: ‘me está cobrando 80 pesos más de lo debido, pero allá usted y su conciencia’, me reclamó y se fue”.

“Yo seguí trabajando y abusando de los pasajeros y mi buena suerte”

Pero vaya usted a saber si fue el karma o una venganza del de arriba, pero una noche me empezó a doler la muela, pero llevaba un pasaje, eran como las tres de la mañana, así que al bajarlo empecé a buscar un dentista, el cual no encontraba”.

Fui a parar a un consultorio por el rumbo de La Raza y luego de tocar el timbre, salió el doctor y yo lo vi como si fuera mi ángel de la guarda ‘permítame un momento’, me pidió y le dije que sí con la cabeza”.

“Yo noté que me miraba por un pedazo de vidrio, para luego salir y decirme: ‘mire, de la consulta son 300 pesos, por la hora que es y depende de lo que tenga, le hago la cuenta final’. Yo me sentí robado, pero ya no aguantaba el dolor y acepté el precio”.

“Ya adentro me comentó que tenía infección en el premolar y que debía drenarme la pus, luego recetarme penicilina porque la pieza no podía extraerla así y que todo me salía en dos mil 500 pesos, le comenté que era muy caro y me respondió que podía irme, pero me quedé”.

Hizo su trabajo y me quitó el dolor, cuando le iba a pagar sólo me aceptó 600 pesos. ‘Yo fui su pasajero hace algún tiempo y usted me cobró de más. Aprenda a ser honesto’. Entonces recordé que era aquel hombre al que le había dicho que si no estaba de acuerdo, que se bajara y así aprendí la lección”. 

 

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