Su pasajera era la mala suerte

Rodolfo Rosales

OPINIÓN 22/11/2016 10:03 Rodolfo Rosales Actualizada 10:03

Convertirse en taxista le dio una nueva oportunidad a nuestro amigo, que ha hecho de todo para sobrevivir

Don Juventino es un hombre que le tiene rencor a la vida y a lo que llama “mala suerte”, porque en todo lo que intentó le fue mal, hasta que se convirtió en conductor de un taxi.

“Mire señor, yo no tengo una historia de éxito, al contrario, ser taxista fue la última opción para poder sobrevivir”.

Reconoce que nunca fue bueno para los estudios y que por esa razón, dice: “con trabajos terminé la secundaria, porque ni la historia, ni las matemáticas se me dieron yo pienso que fue porque mi materia gris no me carbura bien”.

Desde los 16 años, cuando dejó se estudiar, tuvo que ponerse a trabajar y lo hizo como “IBM, en un despacho de abogados, era el ‘y veme’ a traer las tortas, los refrescos, hacía pagos, llevaba expedientes”.

“No me iba nadita mal, el sueldo no era mucho, pero para mí era un dineral; al dueño del despacho le caía bien, de hecho hasta me propuso que hiciera la prepa abierta y lo pensé mucho, así que cuando me aventé a decirle que sí, la suerte me dio la espalda”.

“Era un viernes y me dijo que el lunes nos poníamos de acuerdo, pero ese lunes no llegó y no me extrañó porque en ocasiones tenía asuntos pendientes; pero al otro día nos enteramos que se había muerto de un infarto”.

“A la siguiente semana su familia cerró el despacho y todos nos quedamos sin trabajo. Yo tardé un año en acomodarme en el departamento de abarrotes en Gigante, ya tenía 18 años y la cosa no era tan complicada, todo era acomodar las productos y hasta tenía Seguro Social”.

“No era mucha la paga, pero salía para el chivo; entonces empecé a andar de novio con una cajera y eso no le pareció al gerente de la tienda, quien me hizo la vida imposible, todo lo que yo acomodaba le parecía mal, hasta que mi chava me dijo que era porque ellos habían sido novios”.

“Un día me regañó y que le contesto que no era mi culpa que yo fuera más fregón con las mujeres y ese fue el motivo para que me corriera y sin liquidación”.

Una vez más sin empleo, don Juventino Recuerda que se pasó dos años sin trabajo, “ya tenía 23 años, cuando vi que había chance de entrar como policía al Estado de México, en un dos por tres y andaba yo uniformado y con pistola a la cintura, me sentía chingoncito, iba a la casa con la patrulla y todos se me quedaban viendo”.

“Pero sólo duré tres años porque mi pareja y yo tuvimos la mala suerte de detener y presentar ante el cívico al hijo de un regidor, quien habló con nuestro comandante y a la calle, por hacer nuestro trabajo”.

“Mire, cuando uno fue policía, es muy difícil encontrar trabajo, nos rechazan feo; sólo pude entrar a una empresa de Seguridad Privada; un día caí en un servicio y como me fui a urgencias sin avisarle a mi supervisor, me regañaron y luego me liquidaron”.

“Hasta hace cinco años que un vecino me dijo que su patrón buscaba chofer para uno de sus taxis”.

“Entonces fui a verlo, me dio la chamba con tal de no fallarle en las cuentas y darle buen uso al coche y la verdad que lo cuido como a la niña de mis ojos, sobrevivo con lo que gano, pero ya no me quejo, tengo donde dormir, sale para la papa y para la renta, eso es lo único bueno que me ha pasado”, concluye.

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