Aquí seguimos, Javier

Lydiette Carrión

OPINIÓN 17/05/2017 10:09 Lydiette Carrión Actualizada 10:09

Fue baleado cuando salía de Ríodoce, semanario que él cofundó hace 14 años, en su natal Culiacán.

Javier era uno de los periodistas más reconocidos del país. Por talentoso, pero sobre todo porque estaba comprometido con la gente, con la justicia y con sus colegas. Él dijo: “Tengo que escribir lo que veo y lo que escucho, tengo que levantar la voz para que sepan que el narco es una plaga, un devorador que traga niños y mujeres, devora ilusiones y familias enteras…”.

Dedicó su vida a contar las historias de hombres, mujeres y niños cuyas vidas fueron atravesada y destruidas por el crimen organizado. Él era enfático: no se trata de historias de policías y ladrones, sino de vidas destruidas por un fenómeno en el que los malos están tanto en el narco como en el gobierno, y en que “nosotros, los ciudadanos, ponemos los muertos, y los gobiernos de México y EU, las armas, y ellos, los encumbrados, los invisibles, agazapados, dentro y fuera de los gobiernos, las ganancias”.

Javier sabía que las víctimas principales son los niños, las mujeres. “La niñez recordará esto como un tiempo de guerra. Tiene su ADN tatuado de balas y fusiles y sangre, y esta es una forma de asesinar el mañana. Somos asesinos de nuestro propio futuro”.

Él le quitaba el falso glamour al narco y hablaba de las ganancias millonarias que se llevan unos, dejando un rastro de sangre. Este es un país violento, violentado, en el que el futuro parece haber sido secuestrado. Y Javier denunció esto por décadas, hasta que lo mataron.

El mensaje de sus asesinos es: prohibido hablar. Y así es como hemos aprendido a vivir los mexicanos: pisoteados por la bota del gobierno o el crimen organizado (uno no sabe dónde termina uno y empieza el otro). Pero guardar silencio, escondernos, acostumbrarnos a ser sobajados, no ha resuelto nada. Cada día –no sólo en Sinaloa, sino en todo el país–, hay una niña o niño que es robado con fines de trata, cada día hay un nuevo crimen horrendo que nos paraliza, o una nueva forma de despojo. Y el silencio no nos pone a salvo. Todo lo contrario: hablar, gritar, organizarnos, poner freno a la inercia del país criminal en el que vivimos. Por eso, aunque hayan matado a Javier, es necesario seguir dando la batalla. De lo contrario, ¿qué país vamos a dejar a los hijos?

GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA Silencio: Derrota.

 

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