Simulacros, base de la prevención

OPINIÓN 16/09/2014 05:00 Actualizada 10:50

Desde los sismos de 1985, que este viernes cumplirán 29 años de acaecidos, los mexicanos –al menos los que habitamos la Zona Metropolitana– hemos ido tomando conciencia de lo que significa vivir en un territorio de alta sismicidad, aunque el proceso avanza muy lentamente.

Dentro de los logros, cabe señalar que al menos el DF dispone de una serie de normas para la construcción de inmuebles que considera las especificidades del suelo y los materiales de construcción, así como de una cultura de la prevención que poco a poco va permeando en el pensamiento colectivo. Estas dos dimensiones han merecido incluso el reconocimiento de organismos nacionales e internacionales.

Respecto de los simulacros, conviene que cada edificio, público o privado, cuente con brigadas debidamente entrenadas, tanto para realizar estas prácticas preventivas y educativas, como para impulsar políticas más integrales, por ejemplo: comunicándose con el resto de los pisos o apartamentos, a fin de evitar una transmisión incorrecta de la información.

Por ejemplo, si en los simulacros o en una emergencia genuina se evacuan los pisos superiores al segundo nivel mientras dura el sismo, se corre un mayor peligro para las personas pues, aunque abandonen el edificio por las escaleras, éstas suelen ser la estructura más frágil de cualquier construcción.

Lo indicado es que la brigada de repliegue ubique a las personas, incluso a las rezagadas, y las lleve a las zonas de mayor protección –por ejemplo, debajo de las trabes–. La brigada sanitaria, mientras tanto, atiende a heridos o personas con crisis nerviosa, y una tercera atiende otras posibles contingencias derivadas del sismo, como: incendios, fugas o cortos circuitos.

Una vez pasada la contingencia y que las brigadas reporten al encargado de protección civil que no hay contingencias secundarias, se procede a evacuar el edificio, siempre de manera coordinada con el resto de los pisos, de modo que los más bajos salgan primero para evitar así posibles derrumbes de las escaleras.

Los simulacros cumplen una función de mejoramiento del entorno y, por lo tanto, su propósito es prever todas aquellas contingencias que pudieran estar siendo ignoradas y que, en acontecimientos verdaderos, nos ponen a prueba.

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