La blanquitud de Ochoa

Martí Batres

OPINIÓN 13/02/2018 12:21 Martí Batres Actualizada 12:21

Las declaraciones y acciones de Enrique Ochoa, presidente nacional del partido en el gobierno, pintan de cuerpo entero el proyecto de sociedad de la derecha mexicana. Utilizar el calificativo “prieto”, para ofender, lo coloca en la línea de la historia de la opresión en México. Vamos a analizar.

La población del país tiene diversidad de apariencias físicas: múltiples rasgos indígenas; diferentes tipos de poblaciones africanas y asiáticas; formas de las poblaciones europeas —no todas rubias ni menos aún de alcurnia— se hacen presentes en nuestro entorno. 

¿Por qué entonces para descalificar a la ex militancia de su partido que ha decidido apoyar a Andrés Manuel López Obrador seleccionó el adjetivo “prietos”? 

Usar “prieto” como descalificación revela una posición ante la Historia, pues plasma la óptica del opresor, ese que desde la época colonial trata de ser blanco porque asume de forma militante la desigualdad como un hecho natural al que no vale la pena resistirse debido a que sobre ella está fundado todo el edificio de la vida mexicana.

El esquema de vida y organización de la sociedad que representan los políticos del régimen está en la línea de esa persistente cultura política que atraviesa toda la historia del país: la que retomó la desigualdad mesoamericana entre el noble o pilli y el plebeyo o macehual para implantar los repartimientos de indios, mecanismos para obligar a los "prietos" a trabajar para blancos, para clasificar a la sociedad en castas; para separar a los "pelados" de los "catrines", a los "nacos de la "gente bien", para que éstos últimos, que siempre serán pocos y estarán arriba, tengan acceso a los mejores beneficios de la modernidad, mientras el resto está excluido de sus derechos.

Los datos de la CEPAL lo confirman: México inicia el año 2018 como el país más desigual de América Latina (http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/42716/4/S1800002_es.pdf), producto del impulso de la vieja clase política mexicana de observar su propio enriquecimiento como único principio, ese que les permite parecer magnates del primer mundo.

Esa es la blanquitud a la que se adhiere la derecha mexicana para descalificar a quienes deciden apoyar el proyecto de López Obrador y Morena. La coyuntura actual, en la que al cierre de las precampañas por la Presidencia, López Obrador tiene una amplia ventaja, lleva a sus voceros a descubrir su jugada. 

Les pesa que Morena sea hoy el mayor polo de atracción política y social del país, que cada día más y más liderazgos se sumen a apoyar el cambio de nuestra patria, porque esa transformación implica la validez de los derechos para la ciudadanía sin importar su pigmentación ni su alineamiento cultural, de ahí la intención de descalificar.

Sólo que en su descalificación, olvidan que los grandes forjadores de la Patria fueron en su mayoría de clases populares, con diferentes colores de piel y rasgos culturales: está demostrado que Hidalgo era blanco, que tanto Morelos como Guerrero reunían rasgos de tres raíces: española, indígena y africana, que los defensores de México contra estadounidenses y franceses fueron en su mayoría "pelados" y "peladas", pero también hubo "catrines" en esas gestas; que los mestizos e indígenas que hicieron la Revolución y construyeron la infraestructura de nuestro México siguen presentes en nuestro árbol genealógico y que lo que en realidad está en juego ahora es el proyecto de nación: por un lado, el esquema de la "blanquitud" dominante y excluyente que genera y reproduce la desigualdad y la violencia, por otro, la alternativa a la que aspira la mayoría de la población que es una sociedad de iguales derechos, aunque tengamos distintos colores. 

Aspiramos una sociedad en la que diferencia de color no signifique diferencia de clase, en la que culturalmente no se estigmatice a alguien por ser moreno, ser mestizo o blanco. La unidad de todos los mexicanos supone la superación de todo lenguaje racista y clasista.

Aquí recuerdo al poeta Nicolás Guillén: "estamos juntos desde muy lejos, jóvenes, viejos, negros y blancos, todo mezclado". Somos pues un mundo de muchos mundos, todos merecemos vivir con dignidad y respeto. 

 

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