Inteligencia y sexo

OPINIÓN 08/05/2013 00:00 Actualizada 00:00

Actualmente se habla de que la inteligencia no es una, sino que ésta se manifiesta en varias facetas de la persona entre la que se encuentra la emocional, la matemática, la social y, por supuesto, la sexual, entre otras.

La inteligencia sexual nos ayuda a vivir el sexo de manera plena ya que plantea que no se trata de una actividad, sino de una idea, por ello la persona que desarrolla su inteligencia sexual tiene la habilidad de ver la relación sexual en perspectiva, independientemente de lo que pase durante el acto, y esto nos sirve para expresarnos como realmente somos a través de la sexualidad.

Expertos como el terapeuta clínico Marty Klein señalan que es justo la inteligencia sexual la que permite pasar de las relaciones sexuales de adolescente a las de adulto y es que la idea que se tiene de lo que debe ser el sexo a cualquier edad es la de la etapa de la juventud, donde todo está basado en la mera función genital porque las hormonas gobiernan los impulsos, el deseo y nos hacen extrapolar el placer.

De esta forma, la mayoría de las personas se quedan estancadas en esta idea y, en su afán por tener “buen sexo”, desfasan su verdadera sexualidad por décadas.

El sexo se ha visto siempre de manera errónea como un fin y no como un medio, lo que en realidad es, cosa que lleva inevitablemente a la frustración en etapas adultas ya que siempre se espera que se dé de manera espontánea, con vigor, apasionadamente y sin mayor esfuerzo o planeación, sin rutina, sin aburrimiento y con muchas ganas, justo como en la adolescencia.

Los expertos señalan que sus consultorios se llenan de parejas con casos donde ambos están ávidos de placer e intimidad, pero en lugar de concentrarse en obtenerlos se enfrascan en conseguir orgasmos explosivos, erecciones prolongadas, oler bien, lucir esbeltos, ocultar el sobrepeso, alcanzar el clímax a “buen tiempo” y una interminable lista de cosas que distraen a la persona de verdaderamente expresar y sentir placer como son, ahora, capaces de hacerlo.

El sexo concebido como algo que no debe cambiar se diluye conforme la persona, su cuerpo, su estilo de vida y sus verdaderas necesidades cambian, impidiéndole adaptarlo a su realidad; muchas personas se niegan a expresar lo que en el fondo quieren pensando que eso quita lo romántico a la relación y que la pareja debe saberlo o descubrirlo para continuar con el idilio de los primeros meses, cuando el enamoramiento hace ver todo mravilloso.

Así, la mayoría de las personas que enfrentan un cambio en su apetito sexual, en su tiempo de excitación o en la manera en que llegan al orgasmo conforme pasan los años (y a veces estos no son muchos) piensan que algo andan mal y que tienen alguna disfunción sexual, cuando en realidad lo que tienen es un error cultural y sicológico con su idea del sexo.

Esto se debe también a que los estereotipos juegan un papel penetrante en la ideología de la intimidad erótica y son con lo que nos “medimos” para saber qué tan bien o qué tan mal andamos en el sexo, según estipula en la sociedad.

De este modo, la inteligencia sexual está en saber qué es lo que queremos del sexo en determinada etapa de la vida, cómo queremos expresarlo y forzarse a que esta idea coincida con la de la primera juventud, pues el placer adulto se experimenta no como una respuesta a un sexo increíble o al disfrute de un cuerpo perfecto, sino que es, la mayoría de las veces, la respuesta a haberse dado permiso a soltarse emocionalmente para expresarse sin miedos eróticamente.

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