La oferta de amnistía al crimen organizado que hizo Andrés Manuel López Obrador en días pasados desde una de las zonas más calientes del estado de Guerrero, es una ocurrencia que en los hechos podría tener consecuencias no muy agradables para el país. La declaración fue tan intempestiva, que ni sus seguidores más doctos pudieron contrapuntear la lluvia de críticas.

Estamos en elecciones y la pifia fue utilizada por sus demasiados detractores para intentar generar un “cállate chachalaca ” momentum, que en las elecciones de 2006 bajó al tabasqueño del pedestal de las encuestas. Críticas y reclamos le llegaron de todos los frentes, desde los líderes de los partidos políticos y aspirantes a la Presidencia, que para eso están, hasta las inusuales declaraciones de los titulares de Marina y Defensa Nacional. Quizá es muy pronto en la campaña presidencial para generar tal desgaste en el elector. La pamba mediática tan temprano es como poner al rey en jaque en las primeras partidas de un juego de ajedrez. La jugada es espectacular, pero poco útil. AMLO consiguió la presencia en medios que quería, quizá un poco más, también mucho menos favorable de lo que esperaba.

En algún momento de este periodo violento que vive México, tendrá que ponerse sobre la mesa la amnistía; los demás aspirantes están orillados a presentar una propuesta de seguridad y justicia, aunque AMLO solamente haya dicho algunos balbuceos. La amnistía ha sucedido en el proceso de paz en otros países de la región, cada caso con un contexto tan específico como incomparable. Sin embargo, para hablar de amnistía antes hay otros asuntos que deben discutirse, como la legalización de las drogas. Ahí, el tabasqueño evita el tema y ofrece someterlo a consulta con el pueblo, comandado por su dedito. Mismo viejo truco que AMLO utilizó para validar la construcción de los segundos pisos; consultas telefónicas manipuladas por su ecuánime dedito, desde las oficinas del entonces gobierno del DF. 

Hay especialmente dos ocurrencias de López Obrador que han tenido consecuencias directas sobre la Ciudad de México: El plantón en Paseo de la Reforma, que tuvo un costo millonario para la economía del corredor que él mismo impulsó, además de los daños al ambiente que provocó el tráfico vehicular para sortear las zonas del bloqueo. En aquellos días, la gente salía hasta dos horas antes de lo habitual para evitar el tráfico.

La segunda ocurrencia no es tan legítima y mucho menos honesta; la creación del Bando 2 del gobierno que, en un imaginario mundo feliz, impulsaría la construcción de vivienda de interés social en las delegaciones Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Cuauh-témoc, Venustiano Carranza. Con la gentrificación vino el deterioro de la calidad de vida de los habitantes de estas delegaciones y se entregaron distritos enteros de la ciudad a selectos grupos desarrolladores. En los hechos, el Bando 2 fue el detonador del ‘boom’ inmobiliario cuya burbuja reventó con el pasado sismo del 19 de septiembre, dejando a cientos de familias sin patrimonio y en algunos casos lamentables, sin vida. ¿Ahí habrá amnistía o impunidad? Aunque el rango de incongruencia de Obrador va de la defensa del juarismo en los dichos, al guadalupanismo en la praxis. Para muestra: el registro de su candidatura el 12 de diciembre. Sin embargo, en la balanza mediática la amnistía como ocurrencia, López Obrador impuso agenda. Todo mundo tuvo una opinión o una crítica ante el planteamiento. Escurridizo como es, Obrador también se subió al tema del proceso legislativo de la Ley de Seguridad Interior que se discutiría ayer en el pleno del Senado, pero el padre Alejandro Solalinde reventó la discusión con un plantón afuera del recinto de Insurgentes y Reforma. La idea de la amnistía puede ser una ocurrencia, el momento en que la dijo López Obrador tenía previstos todos los cálculos políticos. “Me gusta decir lo que pienso”, presume el tabasqueño como si fuera una virtud, cuando la verdadera virtud radica en pensar, al menos un poco, lo que se dice. 

t @LeoAgusto