Rapiña

Lydiette Carrión

OPINIÓN 05/10/2017 12:45 Lydiette Carrión Actualizada 12:45

En particular una nota: Alejandra Vicente, estudiante de 24 años, murió durante el sismo. El edificio en el que vivía con sus papás colapsó. Pero el fin de semana siguiente, alguien gastó de su cuenta de ahorros la cantidad de 24 mil pesos en la tienda de ropa Zara y en Best Buy.

Así se sumaron otras anécdotas. Voluntarios que han sido asaltados o a quienes robaron sus pertenencias en las zonas de rescate. Un hombre que intentó violar a una jovencita cerca de un derrumbe… otras historias dan cuenta de cómo algunos políticos reparten a su nombre las donaciones que la gente hizo a los damnificados.

Una historia más: la Arquidiócesis de México informó en un comunicado que una caravana que llevaba ayuda a los damnificados en Juchitán, fue asaltada entre Veracruz y Oaxaca. Un joven fue baleado; otro, golpeado, y una muchacha, violada (auque luego se negaría la veracidad de esta información).

Muchos se quejan: “qué poco nos duró la solidaridad”, o “estamos de vuelta a la realidad”, de ser un pueblo ladrón y oportunista. Pero de alguna manera, el dar más peso a estas historias (sí, numerosas, sí, infames) que a la capacidad de solidaridad, organización y generosidad que mostramos es, de alguna manera, regresar a esa suerte de depresión colectiva que tenemos desde hace años: “los mexicanos somos una basura, no podemos salir del atolladero, no podemos remontar nuestros problemas. Somos corruptos por naturaleza, somo ruines…”.

¿A quién le sirve que los mexicanos estemos convencidos de que somos corruptos y ruines por naturaleza? ¿Cuál es el mensaje de fondo? Es una forma de aniquilar la esperanza, la posibilidad de cambio, la capacidad de organización que demostramos.

No se trata de negar que sí, hay ladrones, asesinos, entre nosotros. De hecho, México (y la Ciudad de México incluida) vive un conflicto armado no declarado desde hace al menos una década. El crimen organizado es atroz y ahí está la delincuencia común. Pero para transformar eso, para sacudirnos este horror, el primer paso es empezar a creer que podemos ser distintos, que nuestra ciudad, nuestro país, puede ser distinto, mejor. Y la mayoría somos capaces de hacer otra realidad.

¿A qué intereses, a qué grupos les conviene que nos convenzamos de que no podemos transformarnos? Esos grupos, políticos, capitales, criminales, son la verdadera rapiña.

GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA Esperanza: el germen de cualquier cambio.

 

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