Un año de impunidad

OPINIÓN 05/05/2014 05:00 Actualizada 05:00

El lapso referido en el encabezado de esta columna se relaciona con lo ocurrido a la familia de quien esto escribe, pues innegable es que no castigar a los responsables de todo tipo de delitos —sea por compadrazgo e influencias o por corrupción e ineficiencia del sistema de justicia— es la historia misma de nuestro atribulado país, años y más años de impunidad.

El 1 de mayo de 2013, el taxi en que viajaban Laura, mi mujer y Renata, mi hija, fue baleado por un sociópata. El taxista lo había provocado al metérsele al carril de alta velocidad de la Calzada de Tlalpan y el energúmeno, sin más, lo emparejó y disparó.

El proyectil pasó cerquísima de Renata, impactó en el rostro de Laura y se alojó en la parte baja de la órbita ocular izquierda, a un milímetro del cerebro.

Gracias a Dios y a un competente equipo de médicos, Laura salvó la vida y evitó secuelas de discapacidad o deformidad, pero todavía este fin de semana se sometía al enésimo procedimiento quirúrgico para rescatar algo de la función visual del ojo baleado.

Es inevitable la furia que le provoca el atentado, la lesión que lastimó cuerpo y alma de una inocente y la impunidad del agresor. La rabia que siente debe ser muy parecida a la de heridos y familiares de otros inocentes muertos en el fuego cruzado de la guerra contra la delincuencia, los daños colaterales que es como los llamaron algunos imbéciles del anterior gobierno.

Pero Laura decidió perdonar, agradecerle a la vida esta oportunidad y vivirla sin miedo, luchar por su ojo y por lo que ama, lo que resalta la valentía y generosidad con que se ha entregado a los demás, virtudes que sin duda la engrandecen.

Por el contrario, esa loable actitud empequeñece y reduce a nivel de bestia a ese agresor que, un año después —si que la justicia divina, de existir, no le ha hecho pagar su crimen— sigue en la calle impune, amenazando nuestras vidas, la de usted y los suyos, la mía y la de los míos.

Asumo que las autoridades lo buscaron, pero nunca lo encontraron. Las cámaras de seguridad de la ciudad grabaron el incidente de tránsito y el ataque, incluso la huida de la bestia a la que se siguió hasta perderle la pista por los rumbos de Iztapalapa.

La Fiscalía de la PGJF revisó el material de video y concluyó que era imposible visualizar la placa del vehículo, que con los acercamientos distorsionaban la imagen.

El taxista fue detenido unos días por falsedad de declaraciones: él dijo que a Laura y a Renata las perseguía el agresor para asaltarlas y que el forcejeo vial fue parte de ese intento, y no como fue, el pleito de dos neuróticos. Las imágenes confirman que el ataque fue consecuencia del incidente de tránsito. El taxista finalmente salió, pero el taxi permaneció detenido. Su dueño, desesperado, buscó a quien esto escribe para ayudarle a acelerar el procedimiento de su liberación. Necesitaba que el vehículo trabajara para poder pagar las letras del crédito con que lo adquirió. Pero le pedían para liberarlo una lana que no tenía. La náusea provocada por todo eso me separó del asunto y ya no supe en qué paró.

El jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera y su procurador Rodolfo Ríos ofrecieron esclarecer la agresión. Ha pasado un año y nada.

Francamente ya no confío en ellos. Lo peor es que todo indica que el asunto ahí quedará, como miles de casos. Mientras tanto, Laura, mis hijos, yo, y todos los mexicanos limpiamos y curamos día tras día nuestras heridas y nos aferramos a seguir una vida sin miedo.

Instantánea

INGOBERNABLE está Oaxaca, se ha aseverado aquí en repetidas ocasiones. Cómo estará la cosa, atizada ahora por la controversia constitucional presentada a la Corte por el presidente Enrique Peña Nieto por la negativa de ese estado a alinear su legislación con la reforma educativa, que el gobernador Gabino Cué fue citado al menos tres veces en Gobernación la semana pasada. Asegura El Correo de Oaxaca que le “sugirieron” que pidiera licencia ( www.elcorreodeoaxaca.com/columna/tequio-y-politica-18/ ).

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