Sin embargo, es justo este tipo de procedimientos los que provocan que la gente de a pie -los habitantes cotidianos de esta ciudad- sienta lejano y ajeno este proceso histórico.

En septiembre de este año, la Asamblea Constituyente estará integrada por 100 diputados, 60 de los cuales serán electos por voto directo. De éstos, las candidaturas pueden ser presentadas por partidos políticos u organizaciones y ciudadanos que hayan juntado 75 mil firmas de respaldo. Esto permitiría que la sociedad civil organizada participara activamente en la redacción de nuestra Constitución local, y asegurar así que los problemas y temas de mayor interés sean atendidos en la nueva Constitución.

Pero al ciudadano común sólo se le llama a votar, jamás a organizarse y participar. No al menos de una forma activa y enfática a través de los medios de comunicación. Hasta la fecha, han anunciado su intención por participar en las elecciones del próximo 5 de junio mediante la vía independiente varios colectivos feministas y un estudiante de la UNAM. También antiguos militantes de partidos políticos y un crisol de activistas y ex funcionarios. ¿Cambiaría la forma de hacer política si se apuntaran también candidatos propuestos por barrios y pueblos de la ciudad?

Parece que esta falta de información ha propiciado que el tema entero sea percibido tan sólo como un cambio de nombre por capricho del jefe de Gobierno: "Adiós DF, hola CDMX". No se habla ni de los dineros, las libertades, menos de las implicaciones en la arena política nacional: tanto con vistas a las elecciones de 2018, como respecto al posible impacto en las leyes de México.

Y es que, si bien la futura Constitución Política de la Ciudad de México no puede ir más allá de los límites de la propia Constitución mexicana, desde que en nuestra ciudad se han hecho leyes, éstas han sido punta de lanza a nivel nacional. Así ha ocurrido, por ejemplo, con las polémicas leyes sobre interrupción legal del embarazo, los matrimonios del mismo sexo, sólo por mencionar las más sonadas en los últimos años.

La reforma política de la Ciudad de México es histórica, tiene la capacidad de hacer progresar a la ciudad, y con ella influir en todo el territorio nacional. ¿Por qué entonces se percibe de forma tan lejana?