Breve historia de la rechifla

LEO AGUSTO

OPINIÓN 25/03/2019 08:40 LEO AGUSTO Actualizada 13:41

Casi todos los Presidentes en la historia reciente de México han sido abucheados en eventos masivos.

Extraño, el caso de Díaz Ordaz que inauguró los Juegos Olímpicos México 68 sin que nadie lanzara un silbido. Eran días del gobierno totalitario y represor, de la dictadura perfecta en la cumbre de la tiranía.

En 1975, Luis Echeverría tuvo el descaro de asistir a la facultad de Medicina de la UNAM, tras la matanza de Tlatelolco en 1968 y del Halconazo de 1971. Además de abucheos, a Echeverría le tocó una pedrada. Miguel de la Madrid recibió el reclamo masivo en la inauguración del Mundial de 86 en el Estadio Azteca, el discurso fue imposible de escuchar. El enojo social tenía que ver con la pésima respuesta del gobierno al desastre por el terremoto de 1985.

Con Carlos Salinas, el repudio vino después de la crisis de 1995; todavía en 2013 fue abucheado en la London School of Economics de Inglaterra. El expresidente sigue sin recuperarse de la mala imagen de su gobierno, marcado con una de las peores crisis económicas del siglo XX. Después, a Felipe Calderón en la FIL de Guadalajara al inicio de su mandato y también en la inauguración del estadio de los Santos en 2011, tras el aumento del IVA y del Impuesto Sobre la Renta.

Enrique Peña Nieto fue abucheado como candidato, la primera en 2012 en la Universidad Iberoamericana cuando estudiantes le reclamaron la represión en Atenco de 2005. El abucheo a Peña fue recurrente tras el caso Ayotzinapa y hasta el último día de su mandato en la ceremonia de cambio de poder el 1 de diciembre de 2018.

Este fin de semana tocó el turno al bat del presidente López Obrador, quien fue abucheado en la ceremonia de inauguración del estadio de los Diablos Rojos del México. AMLO marcó la diferencia entre sus antecesores por la manera poco madura de reaccionar, al decir que se trataba de la “porra del equipo fifí”. La mecha corta encendió aún más a la concurrencia.

El que se ríe se lleva y el que se lleva se aguanta, por ponerlo en los términos infantiles de la respuesta presidencial. Le digo esto porque los abucheos a los gobernadores de oposición han sido el sello de la administración morenista. Y todos han sucedido de manera “espontánea” en las giras del Presidente, a pesar de que hasta se filtró un manual de Morena para articular el griterío en los estados. El gobierno federal ha negado estar detrás de este revanchismo.

El abucheo a López Obrador es histórico porque sucede a cuatro meses del inicio de su mandato, en la Ciudad de México, bastión de Morena, y en el deporte preferido del tabasqueño. Es un indicador que el gobernante no puede pasar por alto.

Viene a la memoria el griterío en Iguala, cuando las bases del PRD se opusieron a la candidatura de José Luis Abarca en 2012 y el tabasqueño hizo oídos sordos.

Pero recordemos que la capital padeció en meses recientes desabasto de gasolina y sus habitantes se han desencantado muy pronto del Presidente porque el precio de combustibles no ha bajado, pese a que fue una de las promesas de campaña y ya en el poder, el combate al huachicol se convirtió en excusa para seguir con los gasolinazos. Además, se avisora un retroceso en los derechos civiles ganados como el matrimonio gay y la interrupción legal del embarazo. Por mencionar los temas más relevantes de este vendaval autodenominado cuarta transformación.

El Presidente tendrá que serenarse, gobernar para todos, porque aquellos que llama “fifís” son ciudadanos con derechos. Y lo más probable es que los abucheos sean cada vez más frecuentes y AMLO no puede pelearse con 130 millones de mexicanos que no están en la lógica binaria de un país dividido entre buenos y malos.

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