CARGAN SU RIFLE EN LA ESPALDA

Policía comunitaria entrena a niños para defenderse del crimen, en Guerrero

Todos están en posición de firmes esperando la indicación de Bernardino Sánchez Luna, uno de los coordinadores de la Policía Comunitaria

Policía comunitaria entrena a niños para defenderse del crimen, en Guerrero

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Al día 26/01/2020 16:33 Arturo de Dios Palma Actualizada 13:49
 

Es el mediodía del viernes, en la cancha de baloncesto de Ayahualtempa, 17 menores —de entre seis y 15 años— están formados en fila, del más pequeño al mayor. Todos portan la playera verde olivo que identifica a la Policía Comunitaria de la CRAC. 

A los más pequeños la prenda les queda grande por todos lados. Todos están en posición de firmes esperando la indicación de Bernardino Sánchez Luna, uno de los coordinadores de la Policía Comunitaria. 

Comienza el adiestramiento. Posición uno, grita Bernardino, y todos colocan sus rifles como si fueran a disparar. Posición dos: los niños ponen una rodilla de apoyo en el piso sin dejar de apuntar. Posición tres: se sientan completamente en el piso sin soltar el arma. Posición cuatro: todos se tiran boca abajo sin perder de vista el supuesto blanco. 

Las indicaciones se repiten hasta que los niños vuelven a quedar en firmes. Entonces Bernardino da la última orden: “Romper la fila, ya”. Los niños se dispersan por toda la cancha y en unos minutos todos están jugando baloncesto con sus rifles en la espalda, pero felices. Estos policías no pierden la posibilidad de jugar.

EN PELIGRO

El año pasado, siete pobladores de Ayahualtempa rompieron ese límite imaginario que marcaron Los Ardillos y el resultado fue letal: los asesinaron. A dos los mataron en el centro de Hueycantenango, en la cabecera municipal de José Joaquín Herrera; a tres, trabajando en el campo, y a dos más, en el camino. 

Ayahualtempa lleva un año atrincherado: en todas las entradas hay bultos llenos de tierra apilados. Están en alerta permanente. No se pueden relajar, Los Ardillos permanentemente lanzan amenazas de que entrarán y se llevarán a los comisarios municipal y ejidal. Los comunitarios reciben mensajes por separado: “Si no matamos a un comunitario, matamos a sus hijos o a sus esposas”.

 

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