Luchan tras las rejas

Mujeres jugadoras nos abren su corazón dentro del penal de Santa Martha Acatitla

Iniciaron como ‘las rechazadas’, ‘las apestadas’,‘las drogadictas’ del penal de Santa Martha Acatitla; hoy, de la mano de su coach, Arisai Martínez, son subcampeonas de la liga de Play Tocho

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(Foto: Archivo, El Gráfico)

Al día 08/03/2019 10:08 Tanya Guerrero Actualizada 14:40
 

‘Dejé de sentirme muerta en vida’

Lo que a Susana le gusta es el juego rudo, pesado. El que se disputa cuerpo a cuerpo, que te obliga a poner los pies sobre la tierra. Por eso, hace año y medio llegó a ‘Guerreras’, para combatir la ansiedad que la aniquilaba, para dejar de sentirse “como una muerta en vida”.

La mujer, de 46 años, comenzó a delinquir siendo una niña. A los 11 años consumió por primera vez activo y de ahí, la vida se le escurrió de las manos. El día que reincidió por sexta ocasión al penal de Santa Martha tocó fondo.

Como Guerrera, salió adelante. Entró a la Clínica de Atención Integral para Internos consumidores de droga y hoy afirma sentirse más tranquila. Aprendió a leer y escribir, terminó primaria, secundaria y ahora, gracias al deporte y al programa de desintoxicación, la ta-ckle del equipo va por la prepa.

Una quarterback que aprendió a seguir las reglas

Lo suyo, lo suyo es el deporte. Su pasión es el soccer porque desde niña lo juega. Pero con ‘Guerreras’ es diferente: “Me ha ayudado porque soy muy renuente, no me gustaba acatar indicaciones, me pedían hacer 20 lagartijas y yo preguntaba ¿por qué? Nada más iba por ir”. Pero ahora ya comprendí que está prohibido rebelarse.

Ella es la quarterback del equipo. Para Evelyn, tener esa posición es una gran responsabilidad porque de ella depende que las indicaciones y señales del coach se materialicen en jugadas. “Si tú te sientes segura, entonces todo tu equipo está seguro, pero si tú estás de malas, es obvio que nadie va a sentirse segura contigo”.

Sale a jugar por amor a ella y a sus hijas

Para Teresita lo importante no es lo que el tochito te da, sino lo que te quita. Cuando la mujer de 27 años comenzó en ‘Guerreras’, el equipo tenía un único afán: “Que las personas adictas se dejaran de drogar”. Y sí, cuando decían voy a entrenar, dejaban la mona que traían encima y entrenaban. La consigna fue que el equipo ofreciera unión y hermandad a mujeres de Santa Martha.

Teresita, la centro ofensiva, llegó al penal hace nueve años. “Tuve a mi primera hija a los 11 años. Antes, se me hacía fácil la vida, decía: ‘hoy, si quiero hacer esto lo hago, si no quiero, no’”. Pero la reclusión obligó a Teresita a cambiar las reglas del juego. 

Ella fundó ‘Guerreras’ junto con Garita, Brenda, Mónica y Evelyn para lograr ver en los ojos de sus hijas y que ellas tuvieran el orgullo de tener como madres mujeres conscientes y libres de la necesidad de drogarse. 

Una década en la cárcel y su experiencia en el equipo, la han fortalecido para tener la voluntad de salir a luchar por sus hijas.

El tocho la alejó de las drogas

Jugar al tocho bandera le da a Grisel la libertad que el encierro le ha quitado. Sin cruzar las rejas, las tres horas que entrena los lunes, miércoles y viernes la hacen sentirse libre, sin dejar la cárcel de Santa Martha Acatitla.

Para ella, el deporte le permite dejar su problema de adicción y sentirse que forma parte de algo importante. Después de abandonar su casa a los 13 años, aprendió a sobrevivir en la calle bajo la única regla: “No hay reglas, no hay un límite, hasta que llegas aquí y es un vacío muy grande”.

 De sus 28 años, lleva aquí 10, acusada de un delito que le dejó una sentencia de tres décadas. Hoy, gracias a ‘Guerreras’ y al deporte, ha encontrado su valor como mujer y como madre, porque ahora es capaz de formar parte de la vida de sus cuatro hijas, llamarlas y darles consejos. 

La corner, de voz dulce, ahora es consciente de las consecuencias de sus decisiones.

‘No somos un equipo, sino una hermandad’

Erika hoy sabe que si pega, hay castigo; si grita, hay castigo. “No tener esos límites fue parte de lo que me trajo aquí. Sentía que todo era muy fácil, nunca pensé que iba tener alguna consecuencia, nunca pensé que iba a pisar este lugar. Siempre me sentí la excepción y no la regla”.

Antes de Santa Martha, la tackle de 29 años, se describe como una persona muy débil. Aceptaba cosas sólo por quedar bien. Llegó a consumir droga, tuvo hijos muy chica e hizo cosas que la trajeron aquí. “Nadie me puso un alto, no me enseñaron de sexo, no tenía nada”. 

En la cárcel, encontró personas que, al igual que ella, tomaron malas decisiones, pero en ‘Guerreras’ son más que un equipo, son una hermandad, dice.

‘Muchos no creían en nosotras’

Cuando Garita habla sobre lo que el tocho bandera ha traído a su vida, lo hace con una voz firme y clara, como de mando. La misma voz con la que hace dos años y medio convocó a las veinte “Guerreras” de Santa Martha.

“Cuando se me ocurrió la idea, muchas personas no creían en nosotras. Primero llegaron siete, luego 20 y, de pronto, 50. El tocho bandera no es un deporte fácil y este equipo “es sólo para guerreras”, porque te obliga a llevar tu cuerpo al límite, a entrenar mucho, pero sobre todo a vencer las adicciones. Para Garita ser una ‘Guerrera’ significa luchar contra sí misma y contra los prejuicios de ser mujer en reclusión.

Dice que hace años “era ingobernable, no podía permitir que alguien me dijera algo, porque ya le quería romper la madre”, pero fue en la cárcel donde se dio cuenta de su potencial.

(Fotos: Tanya Guerrero, El Gráfico)

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