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Mexiquenses recuperados de Covid-19 sienten culpa de haber contagiado a alguien cercano

Para Alma, quien se desempeña como secretaria y no pudo dejar de trabajar durante la pandemia, el sentimiento de que contagió a sus familiares es terrible

Pacientes recuperados superaron el Covid-19, pero no la culpa de haber contagiado a otros

(Foto: Archivo El Gráfico)

Al día 28/09/2020 23:04 Claudia González Actualizada 00:52
 

Toluca, Méx.— Superar el Covid-19, para algunos, no únicamente no es sencillo físicamente, sino que quedan las secuelas sicológicas, por ejemplo, la culpa por la posibilidad de haber contagiado a familiares o amigos.

La mayoría de los pacientes presentan cuadros de estrés postraumático, depresión, ansiedad y algunos pueden llegar hasta la neurosis, coinciden especialistas en salud mental del Estado de México.

Enojo, frustración, impotencia y el sentimiento de que si se hubieran cuidado no habrían expuesto a sus parejas, especialmente, se agudizan cuando un familiar o amigo muere por esta enfermedad, explica la encargada del área de atención psicológica del Centro Médico Adolfo López Mateos, Lizbeth García Dimas.

Para Alma, quien se desempeña como secretaria y no pudo dejar de trabajar durante la pandemia, el sentimiento de que contagió a sus familiares es terrible.

Si bien todos vencieron al Covid-19, asegura que aún no sabe cómo superar que ella pudo ser la causa del contagio de su mamá, cuatro hermanos, tres sobrinos y su pareja.

Alma contrajo el virus en su oficina. Aunque asistió a trabajar con guantes, mascarilla de plástico, el cubrebocas, gel antibacterial y sanitizante, no evitó que luego de que dos de sus compañeras tuvieron Covid-19, ella dio positivo una semana después.

“Yo llevaba la despensa, la comida, todo a casa de mi madre. La idea era que nadie saliera porque así estaban protegidas. Un día noté que había perdido el olfato, supe que algo estaba mal. Me hicieron la prueba y le pedí a mi familia que hiciera lo mismo, salió positivo y también mis hermanas y mi mamá. Días después comenzaron con síntomas los niños y al mismo tiempo mi pareja —que es doctora— ya tenía el virus”, cuenta Alma.

Ella y su pareja se mantuvieron aisladas en su casa, con síntomas leves, pero su mamá comenzó a tener crisis que le impedían respirar, fue entonces cuando la culpa y el miedo la invadieron.

“No sabía cómo disculparme, ni qué pensar. Por fortuna mi pareja es médico y pudimos atenderla en casa, pero me daba pánico hospitalizarla. Me hacía mil escenarios en la mente”.

PSICOLOGÍA. Las secuelas de la enfermedad logran albergarse en los más remotos espacios de la mente de los pacientes que egresaron con vida de un hospital y es peor cuando el portador del virus pasó asintomático por esta enfermedad, pero vio morir a algún amigo o familiar por Covid-19, indica Sandra Camacho, encargada del departamento de Salud Mental.

Precisa que si bien hay gente que se siente inmune después de librar el padecimiento, hay un grupo más grande de la población que no sabe cómo superar este problema.

“Buscar que nadie de nuestro entorno se contagie, en realidad es un mecanismo de defensa, pero creo que en la medida que ha ido avanzando la pandemia, nos dimos cuenta que la atención mental ayuda mucho”, afirma.

A través del servicio de Telemedicina llegaron a personas diagnosticadas con el virus y familiares de quienes perdieron la vida, lo que permitió generar conciencia entre la gente sobre el proceso de duelo, que se modificó, pues los rituales funerarios tienen como razón fundamental un duelo racional y “normalmente 10% de la población cae en un duelo patológico, pero al no existir estas despedidas, aumentó a 30% la gente en crisis”.

De acuerdo con la encargada del área de atención psicológica del Centro Médico Adolfo López Mateos, la sensación de haber servido como un arma que atentó contra la vida de sus seres queridos fue la más común entre los pacientes atendidos en el nosocomio adaptado para atender a enfermos por Covid-19.

Hubo incluso la necesidad de apoyarse con psiquiatría en caso de persistir la sensación de asfixia, depresión aguda, tristeza permanente, aunque se estima que con terapia breve de seis sesiones es posible salir adelante.

Hay pacientes, enfatiza, que incluso librando la enfermedad deciden aislarse y temen volver con su familia y prefieren mudarse para evitar el contacto.

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