Programas sociales mantienen a mitad de las parejas mexicanas de 60 años o más

El amor y la vida en pareja son complejos y requieren de fortaleza para sortear las buenas, las malas y las peores, especialmente cuando se tienen 60 o más años. 

Uno de esos desafíos es el de la supervivencia y los ingresos, que para 45% de las parejas que tienen los 60 o más en nuestro país ya depende por completo de las transferencias públicas (programas sociales) o privadas (remesas).

De acuerdo con información del tercer trimestre de 2022 de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de INEGI, las condiciones laborales de las parejas en las que alguno de los cónyuges tenía 60 años y vivían sin hijos se pueden resumir como: en 45% de los casos ninguno era económicamente activo; en la tercera parte (33 %) el hombre era económicamente activo y la mujer no; en siete de cada 100 la mujer era económicamente activa y el hombre no, y en 15 de cada 100 parejas ambos eran económicamente activos.

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¿Pero de qué viven estos hogares según el estudio de INEGI? La mitad, es decir 49%, de sus ingresos corrientes trimestrales provino de trasferencias públicas o privadas, es decir, programas sociales, pensiones o remesas; 26% de su trabajo; 16% de la estimación del alquiler de la vivienda y 9% de renta de alguna propiedad.

De acuerdo con información del Instituto Nacional al tercer trimestre del año pasado, en México había 18 millones de personas con 60 años y más, es decir, 14% de la población. Más de la mitad de estas personas (59%) estaban casada o vivía con su pareja en unión libre y una cuarta parte era viuda.

Cuando se ve el estado de las relaciones de los más jóvenes esta estructura cambia radicalmente: la población de entre 15 y 29 años, en su mayoría (72%) es soltera  o casada con con los adultos de 30 a 59 años (50%) o en unión libre (21%).

Volviendo a las parejas en las que alguno de sus miembros tiene 60 o más años, viven sin hijos y al menos uno es económicamente activo, la mayoría (73 %) trabajaba en la informalidad; por su posición en la ocupación, un poco más de la mitad (52%) trabajaba por cuenta propia, una tercera parte (33%) era persona empleada remunerada, 10% era la empleadora y 5% trabaja sin recibir pago.